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sábado, 6 de marzo de 2021

The Extraordinary Tale. 2013


Título original
The Extraordinary Tale of the Times Table
Año
2013
Duración
79 min.
País
 España
Director
José F. OrtuñoLaura Alvea
Guión
José F. Ortuño
Música
Hector Perez
Fotografía
Fran Fernández Pardo
Reparto
Aïda BallmannKen AppledornMari Paz Sayago
Productora
Acheron Films / Dosdecatorce Producciones / Áralan Films S.L.
Género
ComediaDrama | Comedia negraRealismo mágico
Gratificante y estimulante sorpresa en el panorama creativo patrio. Obviamente por su contenido y propuestas; para otro sector; se convertirá en estomagante e insufrible castigo. Film de nacencia andaluza, pero de factura e inteligencia universales. Insólita y valiente empresa que bebe directamente de Jeunet (Delicatessem); argumental y cromáticamente; que recibe influencias de Amelie y Tímidos Anónimos, con respaldo soterrado de la pesadilla lynchyana (Cabeza Borradora), para; en su segunda parte; devenir en negra comedia, de clara vocación polanskiana. Una rareza deliciosa, con todos los puntos para convertirse en obra de culto coleccionable en los cenáculos culturetas. José F Ortuño y Laura Alvea nos regalan un homenaje cinéfilo que pasea por el cine mudo (Keaton, Chaplin) de latencia naif, hasta desembocar en la comedia negra mas vital y perspicaz. 

La historia desmesurada, encantadoramente pueril; de una elegante extravagancia; de la mujer-niña que se ha criado en una buhardilla de colorido inverosímil (y que decir de su vestuario) recogiendo su aprendizaje sobre el mundo de los libros, o escuchando a los vecinos a través de la pared, está narrada con una frescura y desenfado que hacen olvidar su peligroso equilibrio entre humorada negra y realismo mágico. Impregnada de un romanticismo “fou”, desmesurado (como toda ella), la fábula de amor entre dos almas gemelas, a través de las cartas redactadas en una maquina de escribir, está acompañada de una excepcional (y ditirámbica) banda sonora, impregnada de vitalidad y ritmo hiperbólico, que se acomoda como un personaje más a los estados de animo y vivencias. La eficaz partitura de Héctor Pérez, rememora acordes de barrio bohemio o introduce un sentimental teclado en los momentos intimistas, para describir musicalmente el devenir y la relación entre la enferma de anhedonia (extraordinaria Aida Ballman) y su comprensivo amante el actor afincado en España: Ken Applendorn.

De un romanticismo políticamente incorrecto, esta parábola agridulce sobre la incapacidad para la maternidad, encuentra una actriz en estado de gracia con los recursos expresivos necesarios, que abarcan desde la revisitación del clown hasta el infantilismo mágico del cuento de hadas. Con un desparpajo gestual pasmoso y equilibrado dominio del “gag” visual.  Prueba irrefutable de que el talento, reñido con las subvenciones de la “casta” cinematográfica, los escasos presupuestos y el tiempo ridículo de rodaje, puede florecer en una pequeña joya de la cual deberían aprender los directores aforados al capital y al sufragio de Ministerios mecenas. Un escenario opresivo, una pieza de cámara para terceto (los dos protagonistas y la madre). Los actores no salen de las cuatro paredes de la casa. 












La vocacional huída argumental del cine patrio más reiterativo (rancias comedias urbanas con reprimido sexual, o el postrero bodrio sobre la Guerra Civil), elevan la ecuación de esta película al cubo de la cinematografía valiente y creativa. Humorístico acercamiento a la dificultad de la convivencia y la paternidad (a lo cual contribuye, no poco, la presencia inquietante del niño zangolotino). Bizarrada en color rosa con final nada acomodaticio, las escenas en que la protagonista intenta acercarse; infructuosamente; al desconocido mundo de la maternidad están solventadas con pericia. Navegando entre el slapstick y el comic más desatado. Destacar la secuencia donde la pareja se acerca al mundo del sexo a través de un libro. El peregrinaje de estos dos outsiders, de infancia complicada, tenía que acabar necesariamente en naufragio y en un abrupto final abierto, donde se deja a juicio del espectador lo que ha podido suceder con el “enfant terrible”. Ballman compone una Melibea sin nombre, (a su pareja lo conocemos como “querido amigo), infantiloide, que no ha recibido instrucción sobre la vida; su madre solo le enseñó a multiplicar; encantadora, e incapaz de superar las vicisitudes de la maternidad. The Extraordinay Tale llega cargada de premios fuera de nuestras pantallas. Un cuento de hadas con mala leche, como todos si los analizamos detenidamente, que parece nacido de una  pesadilla de Tim Burton, introducida en la turmix junto al universo de Wes Anderson Una sorpresa, de fresca teatralidad e ingeniosa sátira, que al espectador adocenado y medio se le atragantará a la altura del esófago. Bon Apetit!

viernes, 15 de enero de 2021

La Princesa Prometida. Rob Reiner. 1987

 

Cuando Rob Reiner rodó La Princesa Prometida (The Princess Bride. 1987), no era consciente de que acaba de pergeñar una de las obras de culto del imaginario ochentero. William Goldman, el autor literario, disuelve las fronteras entre realidad y ficción, practica la hibridación y nos acerca al crossover mucho antes de la era digital. El film se ha convertido en un icono y patrimonio del género de aventuras, basado en una frase de las que el espectador no olvida: Hola, me llamo Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir”. Una de esas frases que adquieren la categoría de míticas en el imaginario colectivo, e identifican a una obra. Bajo el disfraz de una historia romántica, de la rotura de cánones femeninos que contaminan este tipo de historias, bajo la máscara de la ironía que manejan los diálogos, se encuentra la historia de una venganza. Una venganza cuya única resolución lógica es un duelo.

La Princesa Prometida rompe todos los esquemas del género, ambientada en unos entrañables efectos de cartón-piedra, con personajes de matices casi naif y concepto visual ochentero, para abrir un nuevo sendero y sentar las bases de un novedoso tipo de relato donde la ironía es el arma y el concepto “destroyer” de los géneros, el soplo de aire puro. El tono metareferencial que propone el abuelo (excelente Peter Falk) narrando a su nieto la historia que vamos a ver en pantalla, imprime personalidad a la propuesta y es un homenaje-referente a la narrativa oral que todos hemos recibido en la infancia.



La historia de la princesa Buttercup es un ejercicio metalingüístico, donde el clásico relato es diseccionado por el bisturí, despiezado y vuelto a construir con un ritmo narrativo sin tregua, con emocionantes duelos humorísticos como el que desarrollan Westley (Cary Elwes) y Mandy Patikin (Montoya) tan estimulante en lo dialectico como en el aspecto táctico del combate. Curiosamente esta escena fue rodada en decorados idénticos y simétricos. Cuando los dos contendientes se confiesan que ninguno es zurdo, el raccord permanece sin ningún problema.

El humor usado como arma, una suerte de Monty Python para jóvenes presentando el envés del cuento de hadas clásico y la honestidad de su propuesta, la han convertido en un referente cultural ochentero que mixtura con sabiduría el drama, la comedia, la aventura y el fantástico, presentando una panoplia de personajes que podrían haber escapado de nuestro castizo Capitán Trueno. Esta inteligente parodia consigue existir en dos niveles paralelos con personajes fuera de lugar, situaciones esperpénticas que remiten a los arquetipos encarnados  de las animaciones de Disney y homenajes naif al subgénero de capa y espada. De hecho, el hilo argumental que sostiene todo el pathos es el duelo final de Iñigo Montoya, verdadera catarsis para el espectador. El modo en que avanza la trama (preguntas sobre la misma, interrupciones, saltos en el tiempo) aporta eficiencia y dinamismo a un desarrollo  que juega con la desmesura como estética, con personajes de un frikismo vocacional, mientras homenajea los clásicos de Douglas Fairbanks y Errol Flynn. 



El equilibrio entre el plano fantástico y la aventura tradicional y el disparate montyphitiano (o melbrooksiano) está bien conseguido y la interrelación entre ambos es fluida. La Princesa Prometida juega con el arquetipo del género de hadas, del fantástico y de la aventura subvirtiendo sus valores. Reiner consigue parodiar un género al tiempo que lo celebra y participa e él. El hilo que mueve a Montoya no es la consecución de un objetivo noble, es la venganza. Una venganza que culminará en la mítica frase: “Hola, me llamo Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir”. Hoy convertida en un fragmento de la cultura pop de los 80.

martes, 5 de enero de 2021

!Y tú, máaaas!

 


                                                                 

 

El “y tú, mas” se ha convertido en esgrima verbal para zascandiles y ajedrez intelectual de mostrencos y monaguillos. La visión de túnel a que someten los fanatismos a sus fervientes adoradores, les priva de la verdadera percepción de su entorno. Enfoques sesgados por los sectarismos, miradas castradas por la ponzoña de las ideologías. Segmentos parciales de un mundo que no llegan a comprender en su totalidad. Que no perciben en su riqueza y pluralidad. La visión de túnel, condicionada por las orejeras, obliga al oficiante a dar vueltas alrededor de la noria de su micromundo. Sin capacidad de conocer lo que hay afuera. Sin otra visión que las palabras, conceptos y mantras que le susurran en los oídos.

Abrazar cualquier dogma supone la incapacitación del propio desarrollo anímico e intelectual. Las ideologías son excluyentes en su propia naturaleza, ya que estas se basan en la certeza de sus conceptos frente al error de los otros. En la posesión de la verdad absoluta frente al ajeno yerro.

En el imaginario de las doctrinas, el individuo se convierte en un número. Un oficiante del credo, al que no se permite la discrepancia, la disidencia o el propio pensamiento.

Los niveles de ceguera llevan al adoctrinado a defender con saña (y odio), en los que considera “los suyos”, los mismos errores y acciones deleznables de los que acusa a “los otros”, convirtiendo del cinismo en un modo de vida. Mayor gravedad tienen los acólitos y monaguillos que pordiosean unas migajas en la mesa del banquete, regurgitando sandeces y mostrencadas en los mass media, para obtener la palmadita en la espalda y el beneplácito de los Sumos Sacerdotes. La tropa de danzantes alrededor del Becerro de Oro aumenta exponencialmente cuando aumentan las posibilidades de “pillar cacho” y llevárselo calentito.

Han desaparecido conceptos como la dignidad, la ética o la estética a la hora de entablar coloquios o debates. Los celebrantes suelen ser profesos (y confesos) de alguna doctrina que les impide acercarse a la realidad o les ofrece prebendas si defienden lo indefendible. La tónica general es el analfabetismo en los campos sobre los que se  debate. Prima la consigna sobre la racionalidad, lo dogmático sobre el pensamiento libre.

Los ponentes acceden al diálogo desde el cerebro límbico. Sin procesar pensamientos, sin filtros ni selección de las ideas. Este nacimiento de la frase desde lo visceral, sin procesar lo emocional, lleva a situaciones esperpénticas. El “y tú, más” es el recurso del impotente, la huída hacia adelante del orador, con la vena del cuello a punto de explotar porque el resto de la humanidad no se somete a sus designios.

El nivel de los debates con que nos torturan a diario es de un Bajo Medioevo, con sus brujas, sus demonios, sus hogueras y todas las lindezas propias del asunto.

Lo que debería ser una esgrima de inteligencia, una textura enriquecedora, un canal de conocimiento, se convierte en lodazal para el intelecto y vergonzante paleta de miserias humanas, dada la calidad ciudadana e intelectual de los participantes.

Estas lides no son otra cosa que un certero espejo de una sociedad incapaz de asimilar sus errores, de reconocer sus lacras particulares, de enfocar el desatino como una posibilidad de avanzar, de corregir, de enriquecernos como sociedad.

Es más fácil recurrir al “y tú, más”, revolcarse en la propia miseria y continuar habitando en la injusticia.

Así nos luce el pelo.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

El cuento del filósofo

 

                               


 

Cuentan que en la antigua Hélade (Grecia para los amigos) un grupo de discípulos departía todos los días en el Ágora con su maestro, un anciano filósofo al que veneraban y también respetaban (eran otros tiempos). El Maestro tan sólo manifestaba una manía u obsesión que consistía en ubicarse en el centro geométrico del lugar que ocupasen. De este modo si departían en una esquina, el filósofo se situaba en el centro y sus discípulos amablemente (ya dijimos que eran otros tiempos) a ambos lados para departir sobre lo divino y lo humano (que no es moco de pavo). Así desarrollaban sus cuitas un día tras otro. Adoctrinados en el arte de la urbanidad y la tolerancia (otros tiempos, vaya) a ninguno de ellos se le ocurrió nunca preguntar o simplemente comentar acerca de la decisión un poco obsesiva-compulsiva de su mentor. Pero como en todas las sociedades cuecen habas, es acostumbrada la aparición de un iluminado, un cantamañanas o un simple inútil (que posteriormente alcanzan puestos eminentes), que no alcanza a comprender la importancia del silencio. De este modo el díscolo alumno un día osó preguntarle al maestro acerca de su inocente obsesión. El maestro sonriendo ante la osadía y con urbanidad exquisita (no recuerdo si he dicho que eran otros tiempos) apretó afectuosamente el hombro del osado y le indicó con el índice.

 -¿Quieres saber por que siempre me sitúo en el centro geográfico de las cosas. Es muy simple (cacho patán, pensó) –contestó sonriendo- Cuando estas en el centro de algo, comprendes que todo lo demás, queda en los extremos. Por mucho que traten de engañarnos la geometría no falla.

El  alumno se retiró a meditar, babeando copiosamente, sobre la profundidad de la frase del Maestro que sonrió mirando a su alrededor.

 PD: Dedicado con cariño a la selva política, generadora de coaliciones bastardas y alianzas contranatura. O donde dije digo, digo Diego.

 

 

viernes, 16 de octubre de 2020

Paisaje después de la batalla

 


                                          

 

Vivimos tiempos difíciles para la lírica. Para la lírica y para el resto de vicisitudes  humanas. Habitábamos nuestra piel, ajenos a nuestras postrimerías, agotando el instante sin pensar en un  mañana. La pandemia nos ha enseñado humildad y nos ha mostrado un espejo de vulnerabilidad al que no solíamos asomarnos, envueltos en nuestro consumismo cotidiano y en ese hedonismo que se ha convertido en la marca de la casa.

Sentirnos tránsito,  reconocernos como efímeros, es un balcón al que no acostumbramos a asomarnos. Una habitación con vistas a todo lo que no nos agrada percibir. Un paisaje que tratamos de ignorar aunque centellee delante de nuestros ojos. Pero además, esta situación terrible ha sacado a la luz el peor perfil del ser humano. La falta de empatía de algunos ciudadanos, que ignoran todas las normas que pueden perjudicar a otros mientras creen que no les daña a ellos. La volubilidad del ser humano, que un día aplaude y al otro quema en la hoguera a los aplaudidos. Si por algo se caracteriza este aciago periodo, es por el egoísmo visceral que manifiesta una sociedad incapaz de detener el avance de un patógeno cuando se le ha informado de modos, medios y maneras por activa y pasiva. No hemos dado la talla y las consecuencias se están pagando y se van a seguir pagando por mucho tiempo. Hasta que niveles va a afectar esta situación a escenarios como la futura economía, el nivel académico de los futuros profesionales, la supervivencia de los más débiles. Es algo que iremos descubriendo con el tiempo. Ninguna especie es tan mentecata como para arrojarse a las brasas voluntariamente. Nosotros estamos arrasando nuestro futuro a cambio de un instante de diversión o por no adaptarnos a unas normas pasajeras que a todos molestan, pero es lo que hay.

Por otra parte, la terrible tragedia de una sociedad que ha mandado un tenebroso mensaje: Es mejor no llegar a viejos en este mundo que estamos creando. El abandono a que han sido sometidos nuestros mayores, el dolor y el sufrimiento causado, la indiferencia nos definen como especie. Quienes nos desgobiernan no han estado a la altura, enzarzados en sus miserias cotidianas, envenenados de ideologías y fanatismos, nos han llevado al borde del abismo. Donde esperábamos cooperación y responsabilidad, nos ofrecieron circo mediático y vergüenza ajena. Donde aguardábamos apoyo y cercanía, nos regalaron el detritus de las ideologías y la basurilla de las banderías enfrentadas, convirtiendo el centro neurálgico de la nación en el circo de los horrores y la parada de los monstruos. El paisaje que se nos plantea es desolador. Somos una sociedad carente de empatía, incapaz de ponerse en lugar de los demás y que prima lo lúdico y el placer de los sentidos sobre la salud ajena. Somos una especie errónea cuyo único mérito ha sido el bipedismo y los dedos prensiles, pero deja mucho que desear en cuanto a capacidad de compasión y solidaridad. Estamos regidos por una caterva de políticos incapaces, buenos para nada, que hacen del analfabetismo bandera y de  la villanía un modo de vida. Llegados a este punto, el futuro no se presenta nada halagüeño. Aún estamos a tiempo de recoger velas, de dirigir la nave entre todos hacia un buen puerto. El tiempo será nuestro juez y nuestro testigo.

 

miércoles, 11 de diciembre de 2019

La conferencia felona


                                
La universidad de la Comunidad Autónoma Vasca  (UPB-EHU) se ha cubierto de gloria. Para el ínclito Unamuno, la universidad era un templo de la inteligencia; según la mitología al uso; hoy la Universidad se convierte en templo de la depravación y la abyección. Aunque no fuera cierto el “venceréis pero no convenceréis” del  rector de la Universidad de Salamanca, dirigido a aquellos otros fascistas de entonces. Si es cierto que estos fascistas de ahora, tampoco convencieron y además fueron vencidos. Fueron derrotados por la democracia, la tolerancia, el respeto a los derechos humanos. Todo lo contrario de lo que la banda mafiosa perpetró durante años: asesinatos, torturas, secuestros, extorsiones, ejecuciones de civiles indefensos, explosiones. La lista de felonías es inacabable y puede consultarse en hemerotecas y libros que han estudiado el fenómeno del fascismo etarra y que, no van a desaparecer, por más que políticos nefastos y demás mariachis, practiquen con alevosía el actual postureo del blanqueo de la marca. Ahora la universidad vasca trata de convertirse en la marca blanca del totalitarismo ultraviolento de los supremacistas, dejando entrar en sus aulas como conferenciante (lo cual es mucho afirmar) a un condenado por asesinar a dos ciudadanos indefensos. El currículo de este fulano para presentarse en el lugar, donde se forma la futura sociedad, como ilustre docente, se limita a un máster en “muerte ajena sin riesgos propios”, una titulación en “no-me-arrepiento” y un  doctorado en cinismo. Esta enorme preparación pedagógica, debe de parecerles atractiva a los estudiantes que acuden a esta “conferencia”. Jóvenes que deberían sentirse insultados porque un pelele que no les llega ni a la suela de los zapatos en conocimientos, les vaya a dar una charla (imaginen como tendrán la cabeza ellos también). La intención de adoctrinamiento es elemental y raya en la desvergüenza más absoluta. Ahora los que van a conferenciar a los templos de la inteligencia, son los felones. Deberíamos analizar el grado de deterioro moral de esta sociedad. No debemos olvidar que otro asesino de extrema izquierda dio una conferencia en la Universidad de Salamanca. No existe mayor ironía (en un mundo al revés) que escuchar a estos individuos hablando de totalitarismos y fascismos (para mear y no echar gota). El surrealismo atroz alcanza el grado de perversión. Los matadores hablando sobre la violencia de otros. Los violentos destructores de vidas, departiendo sobre derechos que ellos nunca respetaron. Habitamos una sociedad donde la insania se va apoderando de lo cotidiano. Donde lo monstruoso se ha introducido de la mano de los bienrollistas, los artesanos del postureo y los que ven posibilidades políticas en arrodillarse y dejarse sodomizar por el nazismo totalitario de estos verdugos. Es una verdadera patología social que se va infiltrando (como todas las dictaduras) soterradamente. Paso a paso. Quienes no respetaron el derecho a la vida ajena, vienen a dar lecciones de derechos humanos. Y lo hacen con dinero público, con la complicidad de los mariachis que deberían defender nuestra Constitución, que deberían luchar por la democracia y la libertad. Pero prefieren ejercer de feladores para delincuentes, con rodilleras y enjuague bucal. No es difícil entender que haya todo un movimiento empeñado en blanquear a la organización totalitaria. Todos los que sufrieron las torturas, secuestros y monstruosidades del nazismo etarra, saben que no estaban solos los mercenarios de la pistola en la nuca, los sicarios de la bomba a distancia. El entramado social que miraba hacia otro lado, los del “algo habrán hecho”. Los vecinos del “son buenos chicos, yo conozco a su familia”. Todos ellos hoy quieren borrar de la memoria su participación. Que mejor oportunidad que el blanqueo en las instituciones y el olvido. Quizás ignoran que van a seguir existiendo cientos de testimonios que narran las felonías, las masacres, las torturas de aquellos verdugos sobre personas indefensas. Que hay libros donde se narran con detalle cada aberración perpetrada por aquel terrible fascismo que sacudió durante años las vidas de muchas personas. Nada de esto se va a olvidar. Al contrario. Dentro de unos años, cuando todos estos campeones del postureo, todos estos tibios, todos estos incapaces, hayan pasado a la historia, surgirán  historiadores que revisarán este nefasto periodo. Cada uno cargará con su culpa, la historia nos pone a cada uno en nuestro sitio. Hechos tan vergonzantes como esta conferencia felona, pagada con el dinero de todos, serán analizados como la anomalía que es. Como el intento de adoctrinamiento totalitario de personajes que aún avivan los rescoldos de la tiranía. Vivimos en un sistema garante de los derechos humanos y las situaciones de los presos están perfectamente tipificadas en textos penales y penitenciarios de los más avanzados. La situación de los presos de la banda fascista es exactamente igual que la de cualquier otro delincuente. No son otra cosa. No son una especie aparte para analizar, separándolos del resto de la población reclusa. Es más, son aún peores. Porque entre personas que no han tenido otro remedio que delinquir por situaciones humanas, entre enfermos y patologías proclives al delito, ellos eligieron el mal y la depravación por voluntad propia. Frente a la persona que comete un homicidio en un momento de ofuscación, ellos eligieron vigilar durante meses (fríamente) a víctimas indefensas. Quienes solicitan empatía, no tuvieron ninguna cuando ejercieron de verdugos. Quienes solicitan derechos, pisotearon los derechos ajenos sin ningún tipo de humanidad. Como ninguna empatía han tenido los organizadores de esta defecación moral. Lacayos al servicio del extravío. Como no la han tenido ninguno de los alumnos asistentes, que se insultan a sí mismos, escuchando a un analfabeto que viene a ejercer de docente. Caiga la vergüenza sobre ellos. La historia ya se encargará de colocar a cada uno en su sitio. No se va a olvidar. No conseguirán ocultar la barbarie ejercida contra los derechos humanos y las personas, ni las complicidades que la facilitaron.



jueves, 16 de mayo de 2019

Impuesto de sucesiones. Bandolerismo de Estado


                           

Calculen ustedes mismos: Ciudadano que pasa toda una puñetera vida de sufridor; ahorrando unos pocos euros; agobiado por sangrantes impuestos, aclarando sus deudas con el fisco canalla. Al final de sus días no debe nada a nadie. Es suyo legalmente lo poco que posee. Ganado con sufrimiento y honradez; particular bastante complicado en este país de malandrines; cenutrios y picaresca varia. Continúa la fábula cuando sus herederos reciben una extraña notificación acerca de un impuesto que deben pagar. Debe tratarse de un error. “Estos buitres siempre acechando a los ciudadanos honrados” -piensan inocentemente-. Niet. Para nada. Este dislate es real. Ahora imaginen ustedes la cara a cuadros, la mandíbula desencajada y el estupor del ciudadano. Los fulanos a los que ha votado para que defiendan sus derechos, establecen una normativa por la cual le desvalijan de parte del patrimonio ganado por el esfuerzo de toda la vida de tus mayores. Y que se lo van a llevar por la patilla. Esta chorizada se denomina: Impuesto de Sucesiones y; aunque es difícil de creer; se estila en sociedades anímicamente tercermundistas. Este país, fértil en cantamañanas, ha consentido a las autonomías la capacidad de decidir sobre la aplicación de unas leyes, extraídas del mismísimo escroto. El ciudadano después de sopesar las posibilidades de adquirir un Kalashnikov y realizar una visita de cortesía a estos gestores de bienes ajenos, templa sus ánimos y piensa que la legalidad le dará la razón. Es el instante en que comienza una enmarañada senda de mareos legales, que le llevan al convencimiento de que está todo controlado para que pague por gónadas. Y no hay nada que hacer. Además ¡tatachan!, el tiempo que mantenga la reclamación le irán añadiendo intereses. Que no falte la guinda del pastel. Imaginen ahora que los mentecatos que les desgobiernan, tienen capacidad suficiente para eliminar esta felonía, y no lo hacen porque no les sale del arco del triunfo. Vayan un poco más allá en este cuento de terror. Descubran que  las grandes fortunas se empadronan en otras comunidades, con la intención de que sus herederos no paguen este impuesto facineroso cuando llegue el, escasamente deseado, instante de su óbito. Descubran también con estupor que es posible pedir una subvención para crear una empresa en una Comunidad y tributar después en Villaprepucio de Arriba. Si esta pensando otra vez en el Kalashnikov o alguna modalidad de bomba casera, modérese. Usted es persona honrada y su función principal es la de alimentar a políticos corruptos, picaresca urbana y defraudadores varios. Sirvamos, pues, de sustento a toda la peña de mafiosos, chorizacos electos y medradores que le rodean. Es lo que hay. Además esta aportación involuntaria se aprovechará para mejorar las infraestructuras, que no hay más que mirar para ver las instalaciones tan acojonantes que tenemos y lo bien que funciona todo. Siéntase un ciudadano útil alimentando a la cohorte de sanguijuelas que le corresponde como cupo. Llénese de gozos y albricias con la esperanza de que este tipo de bellaquerías desaparezca. Quizá algún día, podamos evolucionar desde nuestra Atapuerca particular, para entrar en un estado moderno de Derecho. Hasta entonces, esto es lo que hay.  Nosotros a pagar. Ellos a trincar…

viernes, 27 de abril de 2018

La Puta Manada


                            



Como si esta realidad en que agonizamos no fuera por sí misma un lugar lo suficientemente oscuro y doloroso, se encarga cotidianamente de regalarnos unas cuantas patadas en las gónadas para aumentar su inhabitabilidad, aportando deyecciones humanas que aumenten el nivel de infamia y de bellaquería con el  que tenemos que convivir. El dislate de la sentencia sobre el caso de la manada bellaca ha puesto en la calle a los ciudadanos, con un claro mensaje para las instituciones acerca de unas leyes obsoletas, llenas de flecos, a años luz de la realidad social. Si además están tamizadas por el carácter del sentenciador, su visión particular de la humanidad y su cosmovisión personal; aviáos andamos; (que dirían en mi pueblo). La lectura de los hechos probados provoca la nausea y un cierto resquemor hacia la humanidad. ¿Cómo es posible que un grupo de personas se unan para copular como simios; a pantalón bajado; incluso si existiera consentimiento de la otra persona? ¿En qué clase de mundo se perdieron la ética y la estética para grabar semejantes sevicias? ¿Cuando la barbarie deviene en acto festivo y lúdico? ¿Qué sociedad depravada crea individuos grotescos, capaces de fornicar como neandertales en presencia de otros que les jalean? Y todo esto suponiendo consentimiento. Todo lo que se salga de ese parámetro, es flagrante delito, violencia sin límites, humillación y un desprecio al dolor ajeno, que solicita un alto grado de psicopatía en los actuantes. Sólo unos psicópatas pueden hacer alarde y jactarse de vejaciones hacia otro ser humano indefenso o en situación de temor. Algunas de las líneas de la sentencia parecer estar escritas por un alumno de “Máster” en porno sadomaso. No hay otro modo de manejar esa precisión en la interpretación de gestos y actitudes, en la traducción del lenguaje corporal y un conocimiento profundo del mundo de los gemidos, que nadie con un mínimo de luces se atrevería a valorar. Hay que tener un alto grado de discernimiento (y muchas tablas) para percibir con certeza sonidos de “excitación sexual”, sin ningún otro atisbo de disgusto o negativa ¡Nivelazo! El concepto de jolgorio y regocijo del auto judicial es disímil con el que posee sobre ese particular el resto de la humanidad. Por otra parte, se manifiesta desde ciertos medios, el presunto acatamiento que debe el ciudadano a las sentencias judiciales. Va a ser que no. Quienes se mueven en estos predios conocen de sobra el surrealismo y el despropósito de algunas sentencias que parecen salidas de alguna publicación “pulp” en lugar de un pensamiento racional de un bípedo evolucionado. La justicia española ha perdido la oportunidad de utilizar esta sentencia como preventivo (más vale prevenir que lamentar) de convertirla en aviso para navegantes y para las otras putas manadas que; desgraciadamente; surgirán en el futuro. La levedad de la sentencia permitirá que estos especímenes; sin prisión revisable; pisen de nuevo la calle en cuatro o cinco años (tirando por lo alto) y sin haber realizado ningún curso o programa de rehabilitación. Si además están apoyados por familiares o allegados, que niegan la mayor, y consideran injusta la sentencia, y se mueven en un entorno donde no les afearán los hechos, en poco tiempo se habrán olvidado de la víctima. Que se entretenga la sentencia en el delito de hurto, cuando se encuentran ante una inusitada violencia soterrada que no precisa de golpes, ni de fuerza eficaz, ya que las vejaciones, sevicias y violencia internas paralizan a la víctima, es poco menos que patético. Que se manifieste que la resistencia no ha sido suficiente cuando el terror que producen unos simios psicopáticos, que cierran la salida y rodean con superioridad, premeditación, alevosía, intimidación y desproporción, paralizaría incluso a un hombre. Que no se haya tenido en cuenta que las violentas invasiones corporales han sido realizadas sin protección profiláctica por unos desconocidos, y que a sus séñorías este particular les pueda parecer relaciones “normales” (y elegidas por la víctima), con el consiguiente riesgo de contraer una enfermedad en medio del “jolgorio”. Resulta terrible que este agravante no haya sido tenido en cuenta, ya que pone en peligro la salud de la víctima. Si estas son las sentencias ajustadas al derecho vigente, es patente la necesidad de actualizar dicho derecho a la realidad.
Como si no fuera bastante nauseabundo el hecho de tener que ejercer de defensor de los primates, el abogado se burla de la opinión de quienes “han estudiado judicatura por Twitter”. Como si fuera necesario llevar una toga para imaginar el dolor, la impotencia, la humillación, el desprecio, el pánico inhabilitador, el terror helador, la terrible sensación de que te manipulen y vulneren tu cuerpo unos homínidos para divertirse. La nausea de que te utilicen para satisfacer sus instintos pervertidos quienes se creen fuera de alcance de la justicia.  No, caballero, no hace falta estudiar judicatura para poder suponer todo esto y ponerse en lugar de la víctima. Tan sólo hay que ser profundamente humano. Una característica que en esta sentencia heteropatriarcal, jurásica y nefasta, brilla por su ausencia. La función social de la pena como prevención general del delito habrá que ir a buscarla a otra parte. En cuanto a la reinserción, tres cuartos de lo mismo. Sin conciencia de delito y sin que el entorno social del penado apoye la condena, simplemente será inexistente.


lunes, 19 de marzo de 2018

Elegía a Juan María Robles Febré


                                                     

 
Cuando conocía A Juan María Robles Febré aún me encontraba en esa edad frutal en la que el mundo es una promesa constante y llena de aventuras. Para nosotros, alumnos imberbes del Colegio Merino, aquel señor vestido de clériman gris nos pareció bastante serio y lejano. La asignatura era Literatura y cuando pensábamos que iba a comenzar a leernos algún retazo de Pío Baroja o a explicar la literatura Medieval, extrajo de su cartera un libro desconocido, pero que; en mi caso; supuso un acercamiento a algo hasta entonces nunca disfrutado: la poesía latente y directa. Porque los versos de aquel “Poema de las Dos Orillas” que Juan María nos recitaba, ya contenían todo el fuego místico, toda la pasión por el hombre y lo divino que desarrollaría en su obra posterior. Después estuve a su lado, como tantos otros, en los grupos católicos que organizó para jóvenes. Las circunstancias pusieron una larga temporada por medio y cuando volví a encontrar a Juan María, andaba metido en sus aventuras de “Cuadernos Poéticos”. Con increíble memoria me recordó las notas que me otorgaba en los trabajos literarios (todavía guardo algunas redacciones y poemas como prueba), donde siempre sacaba un diez, sin falsa modestia. 

En alguna ocasión, incluso llegó a dudar de su autoría, hasta que mi don de gentes y bonhomía (je,je), le convencieron de que todo aquello había surgido de mi cacumen. Con gracia choquera me ofreció formar parte de la colección Kilys. Fue entonces cuando descubría la labor incansable que llevaba a cabo para sacar adelante un género ciertamente esquinado para las editoriales. El trabajo y el fervor que ponía para sacar adelante la obra de otros, era tan intenso como el fuego místico de sus versos. La humana búsqueda de patrocinadores, la búsqueda de imprentas, la esgrima verbal con los aspirantes a ser publicados, no estaba reñida con su labor literaria dedicada a más altos menesteres. La obra poética de Juan María Robles ha sido analizada, seleccionada y estudiada. Poco puedo aportar, salvo este recuerdo de un poeta que consiguió crear un círculo literario estable y sirvió de plataforma a tantos, que ahora están donde están, gracias al empuje de este incansable onubense, pacense de adopción. Los que compartimos con él no solo su pasión literaria sino su vocación vital en el asilo de ancianos y los diversos grupos juveniles que coordinó, conocimos otra faceta mucho menos literaria, mucho más humana e intensa. Alguna institución debería rescatar y recopilar la obra de este clásico moderno que no está sujeta a modas ni veleidades terrenales. Su vida y su obra se funden de tal manera que son una. La literatura extremeña tiene mucho que agradecer a la iniciativa y la pasión de un hombre que vivió entre “las dos orillas”.


martes, 6 de febrero de 2018

Lo Chanante no mola en Los Goya


                        


El refranero español posee diversas referencias sobre situaciones propicias, lugares adecuados y oportunidad escénica. Del consabido”Zapatero a tus zapatos” (que también nos valió para la política) a “Cada Maestrillo tiene su Librillo” o lo que viene siendo en Román Paladino: Cá uno p´a lo suyo”. El espectáculo ofrecido por los humoristas Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla es de difícil clasificación. Sería cómodo tildarlo de surrealista, ejercicio de estilo de minimalismo intelectual o alguna otra chorrada postmoderna. La triste realidad es que fue un ejercicio de absurdo coyuntural, rozando lo infumable. Vergüenza ajena provocaba el erróneo guión de este pestiño; aunque los humoristas aseguran que la Academia censuró el original; por lo que nunca podremos saber que niveles hubiera alcanzado el nonato. Tiempos muertos innecesarios, situaciones de vergüenza torera, malestar entre los actores; que no sabían si tocaba reír o salir corriendo; debido a las erróneas líneas de un guión, escasamente inteligente, que parecía sacado de una túrmix donde hubieran batido todas las chorradas a voleo. La culpa no es en absoluto de los humoristas. Ellos tienen su humor y sus seguidores. Claramente el formato no es el más apropiado para este tipo de espectáculos. ¿Imaginan Faemino y Cansado haciendo los honores? Ciertamente nadie se partió el culo, como anunciaba pomposamente Ernesto Sevilla. Los momentos de malestar en el ambiente se mascaban entre los presentes. Y fueron demasiados. Todavía queda mucho camino para llevar esta gala a los niveles que merece el cine español. El epílogo; con ese pie aplastando a los presentadores; ignoro si fue un alivio para el público. ¿Homenaje a los Monty Python? No, una defecación como un castelo, que hizo añorar una maestra de ceremonias del nivel de Rosa María Sarda; un animal escénico; que llevó a recordar al versátil Paco León, a la inteligente acidez de Buenafuente o la profesionalidad de Eva Hache y ¿por qué no?, incluso sentir nostalgia de Resines o Dani Rovira  presentando esta “fiesta del absurdo español”. Si hubiera que definir esta gala, una de las actrices; Leticia Dolera; les regaló una descripción palmaria y certera de lo que allí se estaba perpetrando:
-“Os está quedando un campo de nabos feminista precioso
Ahí queda eso…

jueves, 18 de enero de 2018

AGOREROS Y VOCINGLEROS



                                  



 



Nos rodean por doquier. Ellos siguen a lo suyo. El agorero haciendo gala permanente de la imparcialidad y tolerancia que le caracteriza. Ofreciendo castigos divinos cuando no salgan a flote los de su cuerda. Temibles plagas, escasamente bíblicas, que amenazarán la sociedad en el supuesto de que otras opciones ideológicas, que no sean de su palo, resulten elegidas por los ciudadanos. El vocinglero es un ente más nefasto, si cabe. Falto de lectura, nadie le informó de la villanía y parcialidad que toda ideología conlleva en su génesis. Cualquier convicción, religión, filosofía o doctrina es excluyente o intolerante por naturaleza (moléstense en leer libros), incluidas las redentoras creencias del vocinglero. La génesis de una ideología se origina, basada en la exclusión y división del mundo, entre ellos (poseedores de la razón) y los otros

Pero el vocinglero erre que erre. Continúa vendiendo a destajo una utópica moto. Alabando  los beneficios sinnúmero que otorgará la aplicación de su dogma al ser humano, cuando todos lo sigan ciegamente (previa destrucción de los credos ajenos). Nadie le ha explicado al cenutrio el ocaso de las doctrinas. Nunca visitó una biblioteca para descubrir la destrucción y el dolor que los axiomas ideológicos han provocado en la  humanidad. El vocinglero es poseedor de una visión de túnel, y su entorno conceptual es el de una mula torda con anteojeras, dando vueltas eternamente a la noria, Los teorizantes con frecuencia suelen ser personajes con una cierta querencia por la molicie y la bohemia.  Desertores del arado, que en lugar de dedicar sus ocios al esfuerzo, eligen concentrarse en elaborar tesis y teorías peregrinas, para joder masivamente a la humanidad. Aplicando la estadística a la causalidad de todas las miserias, guerras y barbaridades perpetradas en la historia, se descubre que detrás de cada una de ellas, siempre andaban uno o varios de estos esperpentos. Filosofando y adoctrinando masas, como es mandado. Sin obviar motivos económicos paralelos (o de otro cariz); han sido los credos pergeñados por aquestos fantoches, las razones motoras que han separado o desgarrado a la humanidad. Toda doctrina nace perversa en si misma, dado que para su preeminencia ha de aplastar, ignorar y oponerse a los que piensan de manera distinta. 
Todo credo es excluyente e intolerante por naturaleza. No nos dejemos engañar. Su aplicación práctica deviene germen de fanatismo y grisura intelectual. Al vocinglero y al agorero, estos menesteres se les antojan escasamente importantes. Encerrados en su capsula del tiempo, siguen con su melodía añeja, sin detectar que ese disco, y la ranciedad de sus propuesta ya están rayados hace tiempo. El agorero, seguirá predicando en el desierto las consecuencias nefastas para la sociedad, si ésta no secunda sus dogmas mesiánicos y sectarios. Para el vocinglero, apenas existe redención. Es del tipo de fulano que; cuando es conducido por las fuerzas represoras en un autobús; para ser almacenado en un estadio de fútbol; o acompañado amablemente por sus camaradas a un oscuro sótano para sacarle brillo en el lomo, va cantando por el camino aquello de: ¡Que buenos son. Que buenos son, que nos llevan de excursión! Patético.

miércoles, 17 de enero de 2018

Alcohólicos de fin de semana







Bebo para olvidar. Esta la frase; extraída de un reportaje televisivo; la pronuncia un joven que carece de biografía para tales menesteres. No es ésta, precisamente, una generación de postguerra, que haya tenido que luchar para sobrevivir, sacarle los dientes a la vida y ganarse palmo a palmo su lugar en el mundo. Quizá esta sea la raíz del problema. Se han criado entre algodones. Rodeados de caprichos y ultimas tecnología, sin hacer ningun merito para recibir todo lo que deseaban a cambio de esfuerzo. Son la generación de gratis, a la que todo le ha venido dado por unos padres a tiempo parcial, temerosos de poner fronteras, incapaces de delimitar dónde empieza y termina la libertad. Quizá la culpa sea de todos, cada vez delegando más nuestras obligaciones en la videoconsola de turno o el teléfono móvil, para que no den la brasa, en lugar de acercarnos al diálogo. Y los miembros de la generación de la comunicación, están cada vez más sólos en sus redes asociales, influenciados por la cantidad de capullos y carne de siquiatra que abundan en esos foros. Navegan sin conocimiento de sus padres, sin una guía que les diga dónde están las fronteras de la conducta, sin filtros basados en la experiencia. Tienen; por toda orientación; los comentarios y opiniones de otros personajes tan desnortados como ellos. Nunca se ha estado tan sólo teniendo tantos alrededor. Nunca tan incomunicados teniendo la aldea global al alcance de sus dedos. 

Bebo para olvidar. Tal vez. Y para sentirte aceptado por una masa anónima a la que no le importas realmente. Para formar parte de una tribu. Para sentirse mayor. Para, ni se sabe. La destrucción del hígado y las neuronas comienza cada vez a edad más temprana y el intento de ser aceptado, o de ser legal, está llevándose las células hepáticas en el intento. Cualquier forma de socialización requiere como intermediario el alcohol,  excusa para romper unas barreras que realmente no existen. Las adicciones y el desapego del entorno comienzan cuando para contestar al interlocutor, ya no levantan los ojos de la pantalla, en lugar de buscar los del otro. En unos años habremos perdido los gestos y actitudes desarrollados por la especie para intercomunicarse, ahogados en las pantallas de teléfonos y demás gadget. Los científicos dicen que en los próximos años el planeta ira subiendo la temperatura unos grados. Ignoran que los grados van a ser de alcohol. 

Operación Triunfo


                                       


Alienta una  corriente entre los acólitos del postureo cerril y los perpetradores de una cierta progresía casposa, cuyo objetivo es atacar o denigrar por norma todo aquello que no está acogido a sus parámetros jurásicos o sus serviles doctrinas. Nada escapa al ojo de Gran Hermano de los inquisidores contemporáneos, ya sea en literatura, cine, música o cualesquiera de las opciones creativas humanas. Los “posturitas” básicamente tratan de mancillar lo ajeno o acometer; como desnortados quijotes; los molinos de viento de aquellas facetas de la cultura el arte o la comunicación, que (en Román Paladino) no sean de su cuerda. El siguiente paso es previsible (como lo son ellos por naturaleza). Se trata de proponer a cambio una reala de ilustres representantes de su ideología en alguna de estas variedades, previa descalificación de quienes no comulguen con sus sectarismos. Los parámetros utilizados tienen escasa relación con la calidad, la técnica o el nivel artístico de lo embestido, ya que la visión de túnel impide una opinión racional y (en la mayoría de los casos), el analfabetismo vocacional de sus dogmas, les paraliza para acceder a campos de conocimientos técnicos o específicos donde opinar con discernimiento.
Cualquier huerta es fértil para los talibancillos culturales. Ya sea un comunicador, que les convida a un zasca tras otro; como regalo a su estulticia latente; un escritor que les destapa sus cloacas intelectuales o un género musical que no sirva a su militancia impostada.

Uno de los programas más atacados por el postureo intelectual es el concurso “Operación Triunfo”. Los adjetivos acuñados para simular una patina intelectual (entre birra y birra) son “hortera”, “karaoke” o “interpretes robotizados”. A continuación el “posturitas” ofrecerá a cambio un listado de artistas afines a su universo zascandil. La mayoría serán casi desconocidos para los tertulianos (por razones obvias). Otros pertenecerán a ese estilo musical perpetrado con el orto (música intestinal), cuyos interpretes parecen aquejados de algún episodio epiléptico o emiten sonidos regurgitantes, navegando su estilo entre el asco y la nausea. El mayor ataque que recibe este programa, es el apoyo mediático y comercial que tienen los participantes. Pero si en esos menesteres, precisamente, se basan estos concursos ¡Almas de cántaro! No en promocionar a tus amiguetes o a los artistas que a ti te molan. Como en cualquier acto televisivo, el objetivo de la inversión es el impulso, la obtención del mayor beneficio posible, ya sea un concurso de música, de punto de cruz o de cría de aves de corral. Los dardos de estos revolucionarios de salón apenas se dirigen hacia otros programas con vocación de enema. Aquí manifiestan escasa o nula memoria. Bellaquerías mediáticas donde el mensaje que se envía es el de concursantes practicando el fornicio simiesco bajo un edredón, la visión de un mercado de ganado humano con gañanes en celo olfateando las feromonas de hembras/florero, que ofrecen como mercancía sus escasas entendederas, o realitys donde adanes y evas despelotados practican “á poil” un ridículo cortejo cavernícola, con las verijas al viento. Como decretan las buenas costumbres. Les intranquiliza en exceso a estos torquemadas mediáticos, un programa pleno de esfuerzo, trabajo, compañerismo, con un claro mensaje: alcanzar una meta requiere constancia y sacrificios. ¿Qué interpretan canciones de otros intérpretes? No pensará el iluso insurrecto de guardarropía, que van a pagar una pléyade de compositores para crear obras nuevas en cada programa. Por otra parte, los autores de dichas canciones se encuentran encantados con performances que devengan unos derechos de autor suculentos. Estos defensores de causas perdidas dan en hueso con todas sus críticas. Incluso algunos  profesionales de los que visitan la Academia, aprovechando la proyección mediática del programa, confiesan en un ejercicio de humildad (bastante infrecuente en este país de egos), que no hubieran superado las primeras audiciones. Si hay algo indiscutible, es que algunas de las voces que pasan por este concurso superan en calidad a muchas de las que están en el mercado. Cuando los anatemas proceden del conocimiento técnico o de profundos juicios, basados en datos, se puede discutir o dialogar sobre ellos. Cuando nacen del adoctrinamiento más rancio, aquel que anhela derrumbar todos los edificios que no concuerdan con su troglodita concepto arquitectónico, tan sólo merecen el regalo del ninguneo y el desdeño. De ahí, a calificar cierto arte como “degenerado” y hacer piras con libros que no contengan lo que ellos predican, tan sólo hay un paso.  Al tiempo. 

viernes, 15 de diciembre de 2017

Marcarse un Iceta

                                              


Pudo ocurrir en cualquier comunidad de vecinos de nuestro pluricultural y multiideológico país. Una comunidad de vecinos que se reúne para entregar llaves al siguiente presidente. Un vecino que presenta una serie de excusas (trabajo, edad, etc.) con el noble intento de evadirse de marrón. Otro vecino que alega que no puede pagar las cuotas, “a ver si es posible que le condonen las deudas”. Bla, bla, bla. Aquí, ese gracejo que tenemos en la piel de toro para todo; menos para trabajar y tomarnos las cosas en serio; que surge de la boca del vecino humorista: Hombre vosotros lo que queréis es marcaros un “Iceta”. Una vez superado lo anecdótico, subsiste la sangrante realidad. Un servidor público que pretende robarle al resto del país todo aquello a que tienen derecho, con una clara finalidad política, para medrar en la comunidad autónoma donde milita. ¿Se habrá preguntado este personaje las consecuencias de condonar esa deuda para el resto de los españoles? Absolver la deuda en una comunidad de malandrines, que durante años se han estado calentando el bolsillo con el impuesto mafioso del 3%, supondría la perdida de muchos derechos de los ciudadanos. ¿Habrá calculado este servidor público cuantos hospitales, cuanta inversión en educación, cuanta calidad de vida se estaría robando a trabajadores honrados para perdonar el despilfarro de malos gestores? ¿Habrá echado cuentas este servidor del pueblo de los gastos ocasionados por la sanjurjada independentista? ¿Cuánto dinero se ha perdido en la campaña para la sublevación? ¿Cuanto material destruido por las hordas radicales que soltaron en las calles? ¿Cuánto gasto de mantenimiento de cuerpos policiales? Todos estos cargos también han sido ocasionados al resto de los españoles por la surrealista sedición de Puigdemont y sus mariachis. Un paraíso donde esa misma burguesía que apoya el procés desde la sombra, practicaba la corrupción con beneplácito y bula papal de sus socios, que hacían la vista gorda. ¿Es Iceta, pues, un iluminado más de esta nueva hornada política o tan sólo un bocachancla con ansías mediáticas? El dislate es de tal tamaño, moral y socialmente, que sólo desde la pútrida perspectiva electoralista podría encontrarse una motivación, por misérrima que fuese. Que el resto de ciudadanos les pague a los derrochadores del tripartito y su troupe circense, el dinero que se embolsaron ilegalmente durante décadas. Que le saquemos las castañas del fuego a las élites mafiosas que se han beneficiado antes; y seguirían beneficiándose; del malogrado procés. Cualquier paso en adelante favorecería a los de siempre, los que están forrándose el bolsillo y todo volvería a ser como antes (practicas mafiosas incluidas). No hay más que ver el apego que estos revolucionarios de salón le tienen a la poltrona. La posibilidad de perder nómina y prebendas, convirtió a los insurrectos en profundos creyentes del artículo 155. Solo faltó besamanos y Vía Crucis ante la Constitución. Poderoso caballero es Don Dinero que convierte a los, antaño defensores numantinos, dispuestos a llegar al suicidio colectivo antes que esclavos, en patéticos “caganets” que firmarían hasta la muerte de Manolete para no perder de vista el cheque que le pagan el resto de españoles. Vergüenza torera. 

lunes, 11 de diciembre de 2017

I Love , artículo 155

                                                               

Una pegatina para las carteras ministeriales con el texto “I Love, artículo 155” sería un adorno consecuente para Puigdemont (antaño Carlos) y sus mariachis esperpénticos. Y es que nada moviliza tanto las ideologías, remueve las conciencias (individuales y colectivas) e invita a la reflexión como la perdida de la poltrona. Mano de santo, oigan. La desnuda posibilidad de dejar por el camino las prebendas, canonjías y gangas que conlleva el servicio público, según el pensamiento de estos zascandiles. Una simple mentada de bicha y los revolucionarios de salón, los Robespierres de diseño, humillan la testuz ante el becerro de oro. Corren a salvar las naves en lugar de hundirse con ellas como buenos capitanes. Como aquellos otros mostrencos que juraban “por imperativo legal”, pero se embolsan (sin ningún tipo de imperativo) un salario que ya lo quisiera un padre de familia que no llega a fin de mes, trabajando como un bellaco de sol a sol. En el asunto de la picaresca somos insuperables como raza, pero donde antes había malandrines con cierto sentido del  honor, Rinconetes y Cortadillos con su particular interpretación de la ética, ahora solo quedan truhanes sin honra, gualtrapas y desaliñados morales. Ni siquiera el exilio es ya lo que era. Antaño eran intelectuales, artistas, pensadores los que buscaban el abrigo de naciones que les acogieran. Hogaño exportamos espantapájaros, productos sin control de calidad que proyectan la imagen de un país en el medioevo intelectual o con exceso de plantaciones de cáñamo. Los ilustres exiliados viven en los mundos de Yupi. Continúan dirigiéndose a cámara sin entender que han sido cesados, dan instrucciones, amenazan, como líderes de un patético ejército (cautivo y desarmado) cuyos mandos dan ordenes sobre un tablero imaginario. Gran parte de la culpa la tiene el ejecutivo. Cualquier ciudadano sancionado, imputado y retirado de su puesto, se encontraría sin empleo y sueldo de forma inmisericorde. Pero entre iguales no se lanzan piedras. El cesado Puigdemont vive sus vacaciones, pagadas por nuestros impuestos. Pasea sus gafas de Pitagorín y su flequillo de seminarista renegado a costa de los ciudadanos de su país (a día de hoy, España). Mientras, Arrimadas desenmascaraba en “Sálvados” y ponía contra las cuerdas, una y otra vez, la inconsistencia del discurso nacionalista de Rovira, el sectarismo, el adoctrinamiento y la ignorancia supina a que conducen los totalitarismos. La representante de la “República Independiente de su casa”, se remitía una y otra vez al victimismo palurdo, a la conspiración judeo-masónica (tan sólo le quedó acusar al Doctor Fu manchú o al cinematográfico Doctor NO de todos los males), en lugar de contestar a las inquisiciones certeras que se le planteaban. El discurso radical, la soflama con la vena del cuello a punto de derrame, carecen de cualquier lógica y consistencia. Es difícil contestar cuando no existen respuestas. Solo un gazpacho de banalidades, de adjetivos rancios  y calificaciones mostrencas para los que no piensan como ellos. Este es el “corpus” ideológico que se baraja cualquier radical.  Vergüenza ajena…

martes, 14 de noviembre de 2017

Chiquito, que estas en la Pradera…

                                      


La primera vez que lo vi, me pareció un maikeljakson desvencijado o un paciente aquejado de algún extraño síndrome epiléptico, que necesitaba salir corriendo porque el duodenor se le removía espasmódicamente. Poco a poco, partiendo del escepticismo que me provocó este Nureyev tuneado; que andaba de puntillas por la vida; había pasado a habitar en un mundo poblado de fistros nacidos después de los dolores, por la gloria de su madre. Te ganaba su bonhomía, su transparente humanidad, camuflada detrás de la verborrea surrealista y trasgresora. No era nuevo en el medio televisivo este asimilar frases bobas y musicales. Ya el gran Chicho Ibañez había conseguido con su 1,2,3 colarnos de rondón cada semana un slogan en boca de “La Bombi” o el Dúo Sacapuntas: ¿Por qué seraaa´? ¿Cómo estaba la plaza? Sinsentidos que constituían la cotidianidad del españolito medio, que repetía en bares, tabernas y garitos (territorios venerados por el españolito medio). Lo de Chiquito era otra dimensión. Era el microcosmos del genio que expande sus paranoias personales en un “big bang” lingüístico de coreografía vanguardista. ¿Cuándo habían disfrutado Bretón y compañía, paseando por la calle con este hacedor de sintaxis automática, rompedor de sintagmas y desfacedor de morfologías, que habrá hecho (sin duda), las delicias de Faemino y Cansado. Porque Chiquito era creador de algo distinto. El único revolucionario del lenguaje humorístico junto a la genialidad de José Mota. Pero si  el ex miembro de “Cruz y Raya” utiliza el lenguaje ya creado como arma arrojadiza, plena de ironía e inteligencia, el de la Calzada devino creador de un surrealismo  lingüístico “destroyer” y humanista, que conquisto a su público a golpe de pataditas de karateca casposo al que le ha dado un “paralís” mientras no se daba “cuén”. En su último viaje Chiquito ha conseguido unir las más enfrentadas banderías. Porque el humor no tiene fronteras, ni colores, salvo para sectarios irredentos e irrecuperables. Pero no comparecemos para hablar de política (ese lado oscuro del humor), venimos a congraciarnos de que este antiguo cantaor flamenco, tenía tal talla humana, que era capaz de levantar incluso productos de caspa vocacional en la pantalla con su presencia entrañable. Chiquito le puso música a la intro de “Bonanza”, algo que en otro hubiera sido un anatema, nos recomendaba que tuviéramos “cuidadín, cuidadín”, porque éramos unos torpedos pecadores (en esto llevaba razón, aunque su lenguaje, minimizaba humorísticamente la estulticia de la especie). Don Gregorio no superó la soledad. Cuando llega el verdadero dolor no nos sirven los candemor, los dionenor, ni preguntarse ¿cómor? Después  del último viaje, tan sólo queda la genialidad de los grandes, los bendecidos que manejan la risa como arma arrojadiza frente a tanto fistro como tenemos de soportar a diario en la pantalla, mientras comemos, cenamos  o defecamos y que; maldita sea la gracia que tienen los jambos. Más falsos que el flequillo de Dioni, (en palabras del maestro. A Don Gregorio la vida le ha hecho la caidita de Roma, como nos la hará a todos algún día, Nos ha dejado solos, rodeados de personajes patéticos más peligrosos que Pinocho haciendo el 69 (otra genialidad del malagueño). Se ha marchado un género en si mismo, un creador irrepetible, dominador de la inflexión, del tiempo muerto (el timing, dicen los entendidos). La anécdota elevada a la categoría de interminable. Donde quiera que estés, Chiquito, líbranos de esos fistros pecadores que nos rodean

The Extraordinary Tale. 2013

Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País  España Director José F. Ortuño ,  Lau...