Es la eterna historia de la humanidad. Un hombre crea o descubre una innovación
positiva o aprovechable para sus semejantes. Siempre acecha detrás un hábil
malhechor, un depravado o un negociante sin escrúpulos, que pervierte el
invento para fines propios. Cuando los Hermanos Lumiére desarrollaron el cine,
todo un abanico de posibilidades creativas, artísticas, documentales,
testimoniales, se abrían para el hombre.
No habrían transcurrido diez minutos de su presentación en sociedad, cuando
algún personaje taimado, ya sopesaba las posibilidades crematísticas de
utilizar el invento para estimular la lubricidad ajena. Con la grabación de
humanos retozando y cochinerías varias. No era nada nuevo. Ya había sucedido
con la fotografía, y antes con la pintura. Los pioneros en paliar el dolor, que
desarrollaron la morfina, no podían imaginar que ciudadanos sin escrúpulos la
utilizarían para desarrollar adicciones y vivir de la desgracia ajena. Uno de
los mayores avances para la aldea global ha sido el desarrollo de Internet. Las
posibilidades infinitas en cuanto acceso al conocimiento, información,
visualización en tiempo real de
familiares que se encuentran lejos,
acceso a bibliotecas, intercambios de conocimiento, etc. El listado de
beneficios de una red optimizada es interminable. No es extraño que a los
regímenes totalitarios la
Global Web no les haga demasiado chiste. Por ello tratan de
neutralizarla con los medios y usos acostumbrados. Pero tras esta interminable
lista de beneficios humanos y sociales, se agazapaban carroñeros, delincuentes
y personajes tóxicos. La Deep
Web es un quebradero de cabeza para cualquier sociedad.
Un cajón de sastre perverso y escurridizo, donde tienen cabida toda la negatividad y depravación humana. El acceso a
las Redes Sociales trajo consigo una larga inventario de beneficios, pero
también atrajo; como moscón a la miel; un prototipo de ciudadano que
anteriormente tan sólo incomodaba en su entorno más íntimo: La gente tóxica
(ahora Tóxiconautas).
El hábitat de este espécimen es cualquier foro o
página, donde pueda verter su negatividad y el veneno que le rezuma por el
colmillo. De difícil erradicación, su trayectoria, expulsado de un foro a otro;
puede seguirse fácilmente por su rastro de ponzoña. La vertiente positiva se
manifiesta en la alegría de su entorno familiar y laboral, ante el
entretenimiento que absorbe los ocios del tarado. Antes de la existencia de las
posibilidades que nos ofrece la Red ,
estos patéticos residentes en el absurdo vital, vertían toda su fecalidad
machacando a quienes le rodeaban, vampirizando y parasitando su entorno. No es
difícil detectarlos. Están agazapados,
al aguardo de cualquier opinión ajena para derramar su neurosis obsesiva,
escudriñando entre los posts,
buscando su minuto de gloria. Es indiferente el contenido del foro. Si se trata
de una página de cine, literatura o similar, aguardará a que los foreros alaben un film o libro con datos
técnicos y conocimiento, para intervenir con su dardo envenenado. De repente,
aparece. Con un nick tan revulsivo
como él (y seguramente un icono en los mismos términos) haciendo gala de
su notable nivel cultural: Pos a mí,
no ma gustáo. Hasta aquí todo bien. Un ciudadano ejerciendo el derecho de
opinión. Pero algo empieza a oler a podrido. En las siguientes entregas, el
divo comenzará a entrar más a fondo, para descalificar todo aquello que otros
encumbren. Su léxico aumentará en precisión y conocimientos: Menuda puta
mierda de libro/película. Aquí los foreros más avezados comenzarán a
sospechar que se les ha colado una sanguijuela mediática. Los siguientes pasos,
la descalificación, el insulto van en sentido creciente hasta que el moderador bannea (manda a tomar por
el envés) al tarado. Este personaje, anclado en su mediocridad, buscará otras
válvulas de escape para su fatuidad. Puede aparecer en un grupo sobre la
migración de las grullas silvestres, y al siguiente amanecer, en otro de coleccionistas de canícas de
barro. A él le es indiferente, necesita su minuto de gloria. Precisa espacio
donde vomitar su hediondez y su miseria. Los peores, con mucha diferencia, son
los de matiz ideológico o sectario. Estas criaturitas sabelotodos, de lengua bífida, siempre están atentas a que algún forero opine sobre temas de actualidad o
sociales, para abril su esfínter anímico y arrojarse como un carroñero sobre la
víctima. Su escasa capacidad de autocrítica les impide comprender que hacen el
ridículo, o que sus opiniones tienen el mismo interés que el orto (o las heces)
de un simio. Es importante aprender a detectar a estos narcisistas, para no
darles cancha cuando sueltan sus deyecciones vitales en algún post. Una vez descubiertos,
la ignorancia es el peor de los castigos para estas personalidades patológicas
y tóxicas, que aman la descalificación o sienten placer en el insulto. No hay
que busca coartadas sobre el ostracismo a que se les condenó en el colegio o
malos tratos paternos. Es mucho más sencillo: Son gilipollas.