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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Toxiconautas

 
Es la eterna historia de la humanidad. Un hombre crea o descubre una innovación positiva o aprovechable para sus semejantes. Siempre acecha detrás un hábil malhechor, un depravado o un negociante sin escrúpulos, que pervierte el invento para fines propios. Cuando los Hermanos Lumiére desarrollaron el cine, todo un abanico de posibilidades creativas, artísticas, documentales, testimoniales, se  abrían para el hombre. No habrían transcurrido diez minutos de su presentación en sociedad, cuando algún personaje taimado, ya sopesaba las posibilidades crematísticas de utilizar el invento para estimular la lubricidad ajena. Con la grabación de humanos retozando y cochinerías varias. No era nada nuevo. Ya había sucedido con la fotografía, y antes con la pintura. Los pioneros en paliar el dolor, que desarrollaron la morfina, no podían imaginar que ciudadanos sin escrúpulos la utilizarían para desarrollar adicciones y vivir de la desgracia ajena. Uno de los mayores avances para la aldea global ha sido el desarrollo de Internet. Las posibilidades infinitas en cuanto acceso al conocimiento, información, visualización  en tiempo real de familiares  que se encuentran lejos, acceso a bibliotecas, intercambios de conocimiento, etc. El listado de beneficios de una red optimizada es interminable. No es extraño que a los regímenes totalitarios la Global Web no les haga demasiado chiste. Por ello tratan de neutralizarla con los medios y usos acostumbrados. Pero tras esta interminable lista de beneficios humanos y sociales, se agazapaban carroñeros, delincuentes y personajes tóxicos. La Deep Web es un quebradero de cabeza para cualquier sociedad. Un cajón de sastre perverso y escurridizo, donde tienen cabida toda la  negatividad y depravación humana. El acceso a las Redes Sociales trajo consigo una larga inventario de beneficios, pero también atrajo; como moscón a la miel; un prototipo de ciudadano que anteriormente tan sólo incomodaba en su entorno más íntimo: La gente tóxica (ahora Tóxiconautas). 
El hábitat de este espécimen es cualquier foro o página, donde pueda verter su negatividad y el veneno que le rezuma por el colmillo. De difícil erradicación, su trayectoria, expulsado de un foro a otro; puede seguirse fácilmente por su rastro de ponzoña. La vertiente positiva se manifiesta en la alegría de su entorno familiar y laboral, ante el entretenimiento que absorbe los ocios del tarado. Antes de la existencia de las posibilidades que nos ofrece la Red, estos patéticos residentes en el absurdo vital, vertían toda su fecalidad machacando a quienes le rodeaban, vampirizando y parasitando su entorno. No es difícil detectarlos. Están  agazapados, al aguardo de cualquier opinión ajena para derramar su neurosis obsesiva, escudriñando entre los posts, buscando su minuto de gloria. Es indiferente el contenido del foro. Si se trata de una página de cine, literatura o similar, aguardará a que los foreros alaben un film o libro con datos técnicos y conocimiento, para intervenir con su dardo envenenado. De repente, aparece. Con un nick tan revulsivo como él (y seguramente un icono en los mismos términos) haciendo gala de su notable nivel cultural: Pos a mí, no ma gustáo. Hasta aquí todo bien. Un ciudadano ejerciendo el derecho de opinión. Pero algo empieza a oler a podrido. En las siguientes entregas, el divo comenzará a entrar más a fondo, para descalificar todo aquello que otros encumbren. Su léxico aumentará en precisión y conocimientos: Menuda puta mierda de libro/película. Aquí los foreros más avezados comenzarán a sospechar que se les ha colado una sanguijuela mediática. Los siguientes pasos, la descalificación, el insulto van en sentido creciente hasta que el moderador bannea (manda a tomar por el envés) al tarado. Este personaje, anclado en su mediocridad, buscará otras válvulas de escape para su fatuidad. Puede aparecer en un grupo sobre la migración de las grullas silvestres, y al siguiente amanecer, en otro de coleccionistas de canícas de barro. A él le es indiferente, necesita su minuto de gloria. Precisa espacio donde vomitar su hediondez y su miseria. Los peores, con mucha diferencia, son los de matiz ideológico o sectario. Estas criaturitas sabelotodos, de lengua bífida, siempre están atentas a que algún forero opine sobre temas de actualidad o sociales, para abril su esfínter anímico y arrojarse como un carroñero sobre la víctima. Su escasa capacidad de autocrítica les impide comprender que hacen el ridículo, o que sus opiniones tienen el mismo interés que el orto (o las heces) de un simio. Es importante aprender a detectar a estos narcisistas, para no darles cancha cuando sueltan sus deyecciones vitales en algún post. Una vez descubiertos, la ignorancia es el peor de los castigos para estas personalidades patológicas y tóxicas, que aman la descalificación o sienten placer en el insulto. No hay que busca coartadas sobre el ostracismo a que se les condenó en el colegio o malos tratos paternos. Es mucho más sencillo: Son gilipollas.







martes, 11 de noviembre de 2014

Las aguas bajan rojas en Bangladés







En Bangladés los ríos bajan teñidos de color rojo, teñidos de un color verde nada esperanzador, habitados de color azul muerte. En Bangladés; como en tantos otros lugares; el depredador ha llegado para envenenar las aguas, para explotador la extrema pobreza con la promesa fatua de un mañana mejor, que nunca llegará. A la empresa nociva no le interesa suceda esa entelequia. Entonces se terminarían sus obscenos beneficios. Las ganancias sin fin, teñidas de escarlata. Como esas aguas ahora textiles, esos ríos envenenados con la ambición del capital, con la extrema hipocresía de quienes dicen ayudar. Ellos son los causantes de que los campos de arroz agonicen, del veneno que mata a los peces y arruina a los campesinos. Como en una pirueta, inmoral y pervertida. Las víctimas acuden a los causantes de su desgracia, para que les salven de la miseria que ellos mismos han creado. Es el salario de la esclavitud, de la indignidad. Los campos estériles, hediondos de la ponzoña vertida, los gobiernos corruptos y la esclavitud anímica de seres humanos, forzados por la miseria. Anclados a ese hado miserable que decide con que sexo naces, que cuerpo habitas, a que raza perteneces. La vida humana a veces es cuestión de suerte, de mala suerte en la mayoría de los casos. La miseria les lleva a las manos explotadoras de empresas desalmadas, preguntándose porque sus niños tienen dolores de cabeza, vómitos o ahogos. Llorando porque su dolor, se viste del color de la moda predominante en occidente esa temporada, se cubre con el agua que baja teñida de injusticia hacia la bahía de Bengala. Bangladés y otros lugares desdichados se llevan la peor parte del pastel de la globalización. Los expertos cantan aleluyas sobre los beneficios de elevar el nivel de vida de estos países. La verdad oculta es el edificio derrumbado, que los propietarios tenían cerrado por fuera, con cientos de víctimas que parecen no importar por estos lares, dada su lejanía geográfica. La verdad es que nos vestimos y calzamos con el producto de la  explotación más hipócrita y repulsiva. Aquella que se disfraza de bondad y altruismo empresarial, cuando en realidad es la manipulación de los más débiles. Los medios necesarios para paliar esta contaminación, requerirían normativas que obligarían a las empresas a tomar medidas ecológicas para reducir el impacto ambiental. Nada más lejos de sus intenciones. Es más sencillo aflojar el bolsillo a los gobiernos corruptos. Que trasladen al único funcionario del Ministerio de Medio Ambiente, que se preocupo de investigar, a supervisar una central lechera. Dejemos de echar los balones fuera. Todos somos culpables. Meditemos sobre esto, la próxima vez que acudamos a comprarle a nuestro hijo unas zapatillas que molan. Están teñidas de dolor y sufrimiento. La aguas bajan turbias en Bangladés.

The Extraordinary Tale. 2013

Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País  España Director José F. Ortuño ,  Lau...