Nos rodean por doquier. Ellos siguen a lo suyo. El
agorero haciendo gala permanente de la imparcialidad y tolerancia que le
caracteriza. Ofreciendo castigos divinos cuando no salgan a flote los de su
cuerda. Temibles plagas, escasamente bíblicas, que amenazarán la sociedad en el
supuesto de que otras opciones ideológicas, que no sean de su palo, resulten
elegidas por los ciudadanos. El vocinglero es un ente más nefasto, si cabe.
Falto de lectura, nadie le informó de la villanía y parcialidad que toda
ideología conlleva en su génesis. Cualquier convicción, religión, filosofía o
doctrina es excluyente o intolerante por naturaleza (moléstense en leer
libros), incluidas las redentoras creencias del vocinglero. La génesis de una
ideología se origina, basada en la exclusión y división del mundo, entre ellos (poseedores de la razón) y los otros.
Pero el vocinglero erre que erre. Continúa vendiendo a
destajo una utópica moto. Alabando los
beneficios sinnúmero que otorgará la aplicación de su dogma al ser humano,
cuando todos lo sigan ciegamente (previa destrucción de los credos ajenos).
Nadie le ha explicado al cenutrio el ocaso de las doctrinas. Nunca visitó una
biblioteca para descubrir la destrucción y el dolor que los axiomas ideológicos
han provocado en la humanidad. El
vocinglero es poseedor de una visión de túnel, y su entorno conceptual es el de
una mula torda con anteojeras, dando vueltas eternamente a la noria, Los teorizantes
con frecuencia suelen ser personajes con una cierta querencia por la molicie y
la bohemia. Desertores del arado, que en
lugar de dedicar sus ocios al esfuerzo, eligen concentrarse en elaborar tesis y
teorías peregrinas, para joder masivamente a la humanidad. Aplicando la estadística
a la causalidad de todas las miserias, guerras y barbaridades perpetradas en la
historia, se descubre que detrás de cada una de ellas, siempre andaban uno o
varios de estos esperpentos. Filosofando y adoctrinando masas, como es mandado.
Sin obviar motivos económicos paralelos (o de otro cariz); han sido los credos pergeñados
por aquestos fantoches, las razones motoras que han separado o desgarrado a la
humanidad. Toda doctrina nace perversa en si misma, dado que para su
preeminencia ha de aplastar, ignorar y oponerse a los que piensan de manera
distinta.
Todo credo es excluyente e intolerante por naturaleza. No nos dejemos
engañar. Su aplicación práctica deviene germen de fanatismo y grisura
intelectual. Al vocinglero y al agorero, estos menesteres se les antojan escasamente
importantes. Encerrados en su capsula del tiempo, siguen con su melodía añeja,
sin detectar que ese disco, y la ranciedad de sus propuesta ya están rayados
hace tiempo. El agorero, seguirá predicando en el desierto las consecuencias
nefastas para la sociedad, si ésta no secunda sus dogmas mesiánicos y
sectarios. Para el vocinglero, apenas existe redención. Es del tipo de fulano
que; cuando es conducido por las fuerzas represoras en un autobús; para ser almacenado
en un estadio de fútbol; o acompañado amablemente por sus camaradas a un oscuro
sótano para sacarle brillo en el lomo, va cantando por el camino aquello de: ¡Que buenos son. Que buenos son, que nos
llevan de excursión! Patético.