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viernes, 27 de abril de 2018

La Puta Manada


                            



Como si esta realidad en que agonizamos no fuera por sí misma un lugar lo suficientemente oscuro y doloroso, se encarga cotidianamente de regalarnos unas cuantas patadas en las gónadas para aumentar su inhabitabilidad, aportando deyecciones humanas que aumenten el nivel de infamia y de bellaquería con el  que tenemos que convivir. El dislate de la sentencia sobre el caso de la manada bellaca ha puesto en la calle a los ciudadanos, con un claro mensaje para las instituciones acerca de unas leyes obsoletas, llenas de flecos, a años luz de la realidad social. Si además están tamizadas por el carácter del sentenciador, su visión particular de la humanidad y su cosmovisión personal; aviáos andamos; (que dirían en mi pueblo). La lectura de los hechos probados provoca la nausea y un cierto resquemor hacia la humanidad. ¿Cómo es posible que un grupo de personas se unan para copular como simios; a pantalón bajado; incluso si existiera consentimiento de la otra persona? ¿En qué clase de mundo se perdieron la ética y la estética para grabar semejantes sevicias? ¿Cuando la barbarie deviene en acto festivo y lúdico? ¿Qué sociedad depravada crea individuos grotescos, capaces de fornicar como neandertales en presencia de otros que les jalean? Y todo esto suponiendo consentimiento. Todo lo que se salga de ese parámetro, es flagrante delito, violencia sin límites, humillación y un desprecio al dolor ajeno, que solicita un alto grado de psicopatía en los actuantes. Sólo unos psicópatas pueden hacer alarde y jactarse de vejaciones hacia otro ser humano indefenso o en situación de temor. Algunas de las líneas de la sentencia parecer estar escritas por un alumno de “Máster” en porno sadomaso. No hay otro modo de manejar esa precisión en la interpretación de gestos y actitudes, en la traducción del lenguaje corporal y un conocimiento profundo del mundo de los gemidos, que nadie con un mínimo de luces se atrevería a valorar. Hay que tener un alto grado de discernimiento (y muchas tablas) para percibir con certeza sonidos de “excitación sexual”, sin ningún otro atisbo de disgusto o negativa ¡Nivelazo! El concepto de jolgorio y regocijo del auto judicial es disímil con el que posee sobre ese particular el resto de la humanidad. Por otra parte, se manifiesta desde ciertos medios, el presunto acatamiento que debe el ciudadano a las sentencias judiciales. Va a ser que no. Quienes se mueven en estos predios conocen de sobra el surrealismo y el despropósito de algunas sentencias que parecen salidas de alguna publicación “pulp” en lugar de un pensamiento racional de un bípedo evolucionado. La justicia española ha perdido la oportunidad de utilizar esta sentencia como preventivo (más vale prevenir que lamentar) de convertirla en aviso para navegantes y para las otras putas manadas que; desgraciadamente; surgirán en el futuro. La levedad de la sentencia permitirá que estos especímenes; sin prisión revisable; pisen de nuevo la calle en cuatro o cinco años (tirando por lo alto) y sin haber realizado ningún curso o programa de rehabilitación. Si además están apoyados por familiares o allegados, que niegan la mayor, y consideran injusta la sentencia, y se mueven en un entorno donde no les afearán los hechos, en poco tiempo se habrán olvidado de la víctima. Que se entretenga la sentencia en el delito de hurto, cuando se encuentran ante una inusitada violencia soterrada que no precisa de golpes, ni de fuerza eficaz, ya que las vejaciones, sevicias y violencia internas paralizan a la víctima, es poco menos que patético. Que se manifieste que la resistencia no ha sido suficiente cuando el terror que producen unos simios psicopáticos, que cierran la salida y rodean con superioridad, premeditación, alevosía, intimidación y desproporción, paralizaría incluso a un hombre. Que no se haya tenido en cuenta que las violentas invasiones corporales han sido realizadas sin protección profiláctica por unos desconocidos, y que a sus séñorías este particular les pueda parecer relaciones “normales” (y elegidas por la víctima), con el consiguiente riesgo de contraer una enfermedad en medio del “jolgorio”. Resulta terrible que este agravante no haya sido tenido en cuenta, ya que pone en peligro la salud de la víctima. Si estas son las sentencias ajustadas al derecho vigente, es patente la necesidad de actualizar dicho derecho a la realidad.
Como si no fuera bastante nauseabundo el hecho de tener que ejercer de defensor de los primates, el abogado se burla de la opinión de quienes “han estudiado judicatura por Twitter”. Como si fuera necesario llevar una toga para imaginar el dolor, la impotencia, la humillación, el desprecio, el pánico inhabilitador, el terror helador, la terrible sensación de que te manipulen y vulneren tu cuerpo unos homínidos para divertirse. La nausea de que te utilicen para satisfacer sus instintos pervertidos quienes se creen fuera de alcance de la justicia.  No, caballero, no hace falta estudiar judicatura para poder suponer todo esto y ponerse en lugar de la víctima. Tan sólo hay que ser profundamente humano. Una característica que en esta sentencia heteropatriarcal, jurásica y nefasta, brilla por su ausencia. La función social de la pena como prevención general del delito habrá que ir a buscarla a otra parte. En cuanto a la reinserción, tres cuartos de lo mismo. Sin conciencia de delito y sin que el entorno social del penado apoye la condena, simplemente será inexistente.


The Extraordinary Tale. 2013

Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País  España Director José F. Ortuño ,  Lau...