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martes, 11 de noviembre de 2014

Las aguas bajan rojas en Bangladés







En Bangladés los ríos bajan teñidos de color rojo, teñidos de un color verde nada esperanzador, habitados de color azul muerte. En Bangladés; como en tantos otros lugares; el depredador ha llegado para envenenar las aguas, para explotador la extrema pobreza con la promesa fatua de un mañana mejor, que nunca llegará. A la empresa nociva no le interesa suceda esa entelequia. Entonces se terminarían sus obscenos beneficios. Las ganancias sin fin, teñidas de escarlata. Como esas aguas ahora textiles, esos ríos envenenados con la ambición del capital, con la extrema hipocresía de quienes dicen ayudar. Ellos son los causantes de que los campos de arroz agonicen, del veneno que mata a los peces y arruina a los campesinos. Como en una pirueta, inmoral y pervertida. Las víctimas acuden a los causantes de su desgracia, para que les salven de la miseria que ellos mismos han creado. Es el salario de la esclavitud, de la indignidad. Los campos estériles, hediondos de la ponzoña vertida, los gobiernos corruptos y la esclavitud anímica de seres humanos, forzados por la miseria. Anclados a ese hado miserable que decide con que sexo naces, que cuerpo habitas, a que raza perteneces. La vida humana a veces es cuestión de suerte, de mala suerte en la mayoría de los casos. La miseria les lleva a las manos explotadoras de empresas desalmadas, preguntándose porque sus niños tienen dolores de cabeza, vómitos o ahogos. Llorando porque su dolor, se viste del color de la moda predominante en occidente esa temporada, se cubre con el agua que baja teñida de injusticia hacia la bahía de Bengala. Bangladés y otros lugares desdichados se llevan la peor parte del pastel de la globalización. Los expertos cantan aleluyas sobre los beneficios de elevar el nivel de vida de estos países. La verdad oculta es el edificio derrumbado, que los propietarios tenían cerrado por fuera, con cientos de víctimas que parecen no importar por estos lares, dada su lejanía geográfica. La verdad es que nos vestimos y calzamos con el producto de la  explotación más hipócrita y repulsiva. Aquella que se disfraza de bondad y altruismo empresarial, cuando en realidad es la manipulación de los más débiles. Los medios necesarios para paliar esta contaminación, requerirían normativas que obligarían a las empresas a tomar medidas ecológicas para reducir el impacto ambiental. Nada más lejos de sus intenciones. Es más sencillo aflojar el bolsillo a los gobiernos corruptos. Que trasladen al único funcionario del Ministerio de Medio Ambiente, que se preocupo de investigar, a supervisar una central lechera. Dejemos de echar los balones fuera. Todos somos culpables. Meditemos sobre esto, la próxima vez que acudamos a comprarle a nuestro hijo unas zapatillas que molan. Están teñidas de dolor y sufrimiento. La aguas bajan turbias en Bangladés.

The Extraordinary Tale. 2013

Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País  España Director José F. Ortuño ,  Lau...