Calculen ustedes mismos:
Ciudadano que pasa toda una puñetera vida de sufridor; ahorrando unos pocos euros;
agobiado por sangrantes impuestos, aclarando sus deudas con el fisco canalla.
Al final de sus días no debe nada a nadie. Es suyo legalmente lo poco que
posee. Ganado con sufrimiento y honradez; particular bastante complicado en
este país de malandrines; cenutrios y picaresca varia. Continúa la fábula
cuando sus herederos reciben una extraña notificación acerca de un impuesto que
deben pagar. Debe tratarse de un error. “Estos buitres siempre acechando a los
ciudadanos honrados” -piensan inocentemente-. Niet. Para nada. Este dislate es
real. Ahora imaginen ustedes la cara a cuadros, la mandíbula desencajada y el
estupor del ciudadano. Los fulanos a los que ha votado para que defiendan sus
derechos, establecen una normativa por la cual le desvalijan de parte del
patrimonio ganado por el esfuerzo de toda la vida de tus mayores. Y que se lo
van a llevar por la patilla. Esta chorizada se denomina: Impuesto de Sucesiones
y; aunque es difícil de creer; se estila en sociedades anímicamente
tercermundistas. Este país, fértil en cantamañanas, ha consentido a las
autonomías la capacidad de decidir sobre la aplicación de unas leyes, extraídas
del mismísimo escroto. El ciudadano después de sopesar las posibilidades de
adquirir un Kalashnikov y realizar una visita de cortesía a estos gestores de
bienes ajenos, templa sus ánimos y piensa que la legalidad le dará la razón. Es
el instante en que comienza una enmarañada senda de mareos legales, que le
llevan al convencimiento de que está todo controlado para que pague por
gónadas. Y no hay nada que hacer. Además ¡tatachan!, el tiempo que mantenga la
reclamación le irán añadiendo intereses. Que no falte la guinda del pastel.
Imaginen ahora que los mentecatos que les desgobiernan, tienen capacidad
suficiente para eliminar esta felonía, y no lo hacen porque no les sale del
arco del triunfo. Vayan un poco más allá en este cuento de terror. Descubran
que las grandes fortunas se empadronan
en otras comunidades, con la intención de que sus herederos no paguen este
impuesto facineroso cuando llegue el, escasamente deseado, instante de su
óbito. Descubran también con estupor que es posible pedir una subvención para
crear una empresa en una Comunidad y tributar después en Villaprepucio de
Arriba. Si esta pensando otra vez en el Kalashnikov o alguna modalidad de bomba
casera, modérese. Usted es persona honrada y su función principal es la de
alimentar a políticos corruptos, picaresca urbana y defraudadores varios. Sirvamos,
pues, de sustento a toda la peña de mafiosos, chorizacos electos y medradores
que le rodean. Es lo que hay. Además esta aportación involuntaria se
aprovechará para mejorar las infraestructuras, que no hay más que mirar para
ver las instalaciones tan acojonantes que tenemos y lo bien que funciona todo.
Siéntase un ciudadano útil alimentando a la cohorte de sanguijuelas que le
corresponde como cupo. Llénese de gozos y albricias con la esperanza de que
este tipo de bellaquerías desaparezca. Quizá algún día, podamos evolucionar
desde nuestra Atapuerca particular, para entrar en un estado moderno de
Derecho. Hasta entonces, esto es lo que hay.
Nosotros a pagar. Ellos a trincar…
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