Resulta refrescante encontrar en
parrilla televisiva opciones que mixturen lo lúdico con el compromiso, el
escapismo propio del espectáculo con la aproximación sesuda al personaje y su
enjundia. Lo divino y lo humano en formato mediático con el añadido del
concepto aventurero. La oferta de Planeta Calleja es cualquier cosa menos
aburrida. El espectador puede recorrer una aldea de Nepal, sufrir la ascensión
a un glaciar con un cantante, acompañar en un todo terreno a un político,o
explorar unas cuevas subterráneas junto al chef de moda. Calleja domina el arte
de la proximidad. Maneja el ritmo narrativo y somete al invitado a un
aparentemente superficial tercer grado, pero es capaz de extraerle matices
humanos y sociales, que otros entrevistadores profesionales no exprimen en sus
tertulias. Calleja lo hace desde la cercanía.
Les habla de tu a tú, mientras
obliga al que padece vértigo a ascender una montaña o lleva al límite al
invitado sobre un helicóptero. Calleja está rodeado de un equipo excepcional,
que consigue que parezcan fáciles algunas de las escenas que conllevan una
dificultad técnica alta, y una gran preparación física de los profesionales que
sufren con él las incidencias. El formato técnico es impecable, la capacidad de
entretener; notable; el acercamiento a los personajes; novedoso. El espectador
cansado del habitual “vis a vis”, de las entrevistas al uso y los bustos
parlantes, encuentra una dinámica certera, repleta de humor, sin tendenciosidad
ni esquinamiento. Algo de agradecer en los tiempos que corren, donde cualquier
comentario u opinión es rápidamente víctima de los trolls mediáticos. Tristes
entelequias buscando su minuto de gloria. Siempre al acecho para horadar si el entrevistado
o el protagonista no son de su palo. Los que anhelan una sociedad
unidireccional, teñida de grisura. Dispuestos
a politizar todo lo que se respira y verter su venenoso adoctrinamiento en la
copa del prójimo. Aquellos, que cuando enseñaron tolerancia y coexistencia en
su escuela de fanatismo, faltaron a clase. Parecen habitar otro planeta. Pero
no es el Planeta Calleja…