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martes, 5 de enero de 2021

!Y tú, máaaas!

 


                                                                 

 

El “y tú, mas” se ha convertido en esgrima verbal para zascandiles y ajedrez intelectual de mostrencos y monaguillos. La visión de túnel a que someten los fanatismos a sus fervientes adoradores, les priva de la verdadera percepción de su entorno. Enfoques sesgados por los sectarismos, miradas castradas por la ponzoña de las ideologías. Segmentos parciales de un mundo que no llegan a comprender en su totalidad. Que no perciben en su riqueza y pluralidad. La visión de túnel, condicionada por las orejeras, obliga al oficiante a dar vueltas alrededor de la noria de su micromundo. Sin capacidad de conocer lo que hay afuera. Sin otra visión que las palabras, conceptos y mantras que le susurran en los oídos.

Abrazar cualquier dogma supone la incapacitación del propio desarrollo anímico e intelectual. Las ideologías son excluyentes en su propia naturaleza, ya que estas se basan en la certeza de sus conceptos frente al error de los otros. En la posesión de la verdad absoluta frente al ajeno yerro.

En el imaginario de las doctrinas, el individuo se convierte en un número. Un oficiante del credo, al que no se permite la discrepancia, la disidencia o el propio pensamiento.

Los niveles de ceguera llevan al adoctrinado a defender con saña (y odio), en los que considera “los suyos”, los mismos errores y acciones deleznables de los que acusa a “los otros”, convirtiendo del cinismo en un modo de vida. Mayor gravedad tienen los acólitos y monaguillos que pordiosean unas migajas en la mesa del banquete, regurgitando sandeces y mostrencadas en los mass media, para obtener la palmadita en la espalda y el beneplácito de los Sumos Sacerdotes. La tropa de danzantes alrededor del Becerro de Oro aumenta exponencialmente cuando aumentan las posibilidades de “pillar cacho” y llevárselo calentito.

Han desaparecido conceptos como la dignidad, la ética o la estética a la hora de entablar coloquios o debates. Los celebrantes suelen ser profesos (y confesos) de alguna doctrina que les impide acercarse a la realidad o les ofrece prebendas si defienden lo indefendible. La tónica general es el analfabetismo en los campos sobre los que se  debate. Prima la consigna sobre la racionalidad, lo dogmático sobre el pensamiento libre.

Los ponentes acceden al diálogo desde el cerebro límbico. Sin procesar pensamientos, sin filtros ni selección de las ideas. Este nacimiento de la frase desde lo visceral, sin procesar lo emocional, lleva a situaciones esperpénticas. El “y tú, más” es el recurso del impotente, la huída hacia adelante del orador, con la vena del cuello a punto de explotar porque el resto de la humanidad no se somete a sus designios.

El nivel de los debates con que nos torturan a diario es de un Bajo Medioevo, con sus brujas, sus demonios, sus hogueras y todas las lindezas propias del asunto.

Lo que debería ser una esgrima de inteligencia, una textura enriquecedora, un canal de conocimiento, se convierte en lodazal para el intelecto y vergonzante paleta de miserias humanas, dada la calidad ciudadana e intelectual de los participantes.

Estas lides no son otra cosa que un certero espejo de una sociedad incapaz de asimilar sus errores, de reconocer sus lacras particulares, de enfocar el desatino como una posibilidad de avanzar, de corregir, de enriquecernos como sociedad.

Es más fácil recurrir al “y tú, más”, revolcarse en la propia miseria y continuar habitando en la injusticia.

Así nos luce el pelo.

The Extraordinary Tale. 2013

Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País  España Director José F. Ortuño ,  Lau...