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viernes, 15 de diciembre de 2017

Marcarse un Iceta

                                              


Pudo ocurrir en cualquier comunidad de vecinos de nuestro pluricultural y multiideológico país. Una comunidad de vecinos que se reúne para entregar llaves al siguiente presidente. Un vecino que presenta una serie de excusas (trabajo, edad, etc.) con el noble intento de evadirse de marrón. Otro vecino que alega que no puede pagar las cuotas, “a ver si es posible que le condonen las deudas”. Bla, bla, bla. Aquí, ese gracejo que tenemos en la piel de toro para todo; menos para trabajar y tomarnos las cosas en serio; que surge de la boca del vecino humorista: Hombre vosotros lo que queréis es marcaros un “Iceta”. Una vez superado lo anecdótico, subsiste la sangrante realidad. Un servidor público que pretende robarle al resto del país todo aquello a que tienen derecho, con una clara finalidad política, para medrar en la comunidad autónoma donde milita. ¿Se habrá preguntado este personaje las consecuencias de condonar esa deuda para el resto de los españoles? Absolver la deuda en una comunidad de malandrines, que durante años se han estado calentando el bolsillo con el impuesto mafioso del 3%, supondría la perdida de muchos derechos de los ciudadanos. ¿Habrá calculado este servidor público cuantos hospitales, cuanta inversión en educación, cuanta calidad de vida se estaría robando a trabajadores honrados para perdonar el despilfarro de malos gestores? ¿Habrá echado cuentas este servidor del pueblo de los gastos ocasionados por la sanjurjada independentista? ¿Cuánto dinero se ha perdido en la campaña para la sublevación? ¿Cuanto material destruido por las hordas radicales que soltaron en las calles? ¿Cuánto gasto de mantenimiento de cuerpos policiales? Todos estos cargos también han sido ocasionados al resto de los españoles por la surrealista sedición de Puigdemont y sus mariachis. Un paraíso donde esa misma burguesía que apoya el procés desde la sombra, practicaba la corrupción con beneplácito y bula papal de sus socios, que hacían la vista gorda. ¿Es Iceta, pues, un iluminado más de esta nueva hornada política o tan sólo un bocachancla con ansías mediáticas? El dislate es de tal tamaño, moral y socialmente, que sólo desde la pútrida perspectiva electoralista podría encontrarse una motivación, por misérrima que fuese. Que el resto de ciudadanos les pague a los derrochadores del tripartito y su troupe circense, el dinero que se embolsaron ilegalmente durante décadas. Que le saquemos las castañas del fuego a las élites mafiosas que se han beneficiado antes; y seguirían beneficiándose; del malogrado procés. Cualquier paso en adelante favorecería a los de siempre, los que están forrándose el bolsillo y todo volvería a ser como antes (practicas mafiosas incluidas). No hay más que ver el apego que estos revolucionarios de salón le tienen a la poltrona. La posibilidad de perder nómina y prebendas, convirtió a los insurrectos en profundos creyentes del artículo 155. Solo faltó besamanos y Vía Crucis ante la Constitución. Poderoso caballero es Don Dinero que convierte a los, antaño defensores numantinos, dispuestos a llegar al suicidio colectivo antes que esclavos, en patéticos “caganets” que firmarían hasta la muerte de Manolete para no perder de vista el cheque que le pagan el resto de españoles. Vergüenza torera. 

lunes, 11 de diciembre de 2017

I Love , artículo 155

                                                               

Una pegatina para las carteras ministeriales con el texto “I Love, artículo 155” sería un adorno consecuente para Puigdemont (antaño Carlos) y sus mariachis esperpénticos. Y es que nada moviliza tanto las ideologías, remueve las conciencias (individuales y colectivas) e invita a la reflexión como la perdida de la poltrona. Mano de santo, oigan. La desnuda posibilidad de dejar por el camino las prebendas, canonjías y gangas que conlleva el servicio público, según el pensamiento de estos zascandiles. Una simple mentada de bicha y los revolucionarios de salón, los Robespierres de diseño, humillan la testuz ante el becerro de oro. Corren a salvar las naves en lugar de hundirse con ellas como buenos capitanes. Como aquellos otros mostrencos que juraban “por imperativo legal”, pero se embolsan (sin ningún tipo de imperativo) un salario que ya lo quisiera un padre de familia que no llega a fin de mes, trabajando como un bellaco de sol a sol. En el asunto de la picaresca somos insuperables como raza, pero donde antes había malandrines con cierto sentido del  honor, Rinconetes y Cortadillos con su particular interpretación de la ética, ahora solo quedan truhanes sin honra, gualtrapas y desaliñados morales. Ni siquiera el exilio es ya lo que era. Antaño eran intelectuales, artistas, pensadores los que buscaban el abrigo de naciones que les acogieran. Hogaño exportamos espantapájaros, productos sin control de calidad que proyectan la imagen de un país en el medioevo intelectual o con exceso de plantaciones de cáñamo. Los ilustres exiliados viven en los mundos de Yupi. Continúan dirigiéndose a cámara sin entender que han sido cesados, dan instrucciones, amenazan, como líderes de un patético ejército (cautivo y desarmado) cuyos mandos dan ordenes sobre un tablero imaginario. Gran parte de la culpa la tiene el ejecutivo. Cualquier ciudadano sancionado, imputado y retirado de su puesto, se encontraría sin empleo y sueldo de forma inmisericorde. Pero entre iguales no se lanzan piedras. El cesado Puigdemont vive sus vacaciones, pagadas por nuestros impuestos. Pasea sus gafas de Pitagorín y su flequillo de seminarista renegado a costa de los ciudadanos de su país (a día de hoy, España). Mientras, Arrimadas desenmascaraba en “Sálvados” y ponía contra las cuerdas, una y otra vez, la inconsistencia del discurso nacionalista de Rovira, el sectarismo, el adoctrinamiento y la ignorancia supina a que conducen los totalitarismos. La representante de la “República Independiente de su casa”, se remitía una y otra vez al victimismo palurdo, a la conspiración judeo-masónica (tan sólo le quedó acusar al Doctor Fu manchú o al cinematográfico Doctor NO de todos los males), en lugar de contestar a las inquisiciones certeras que se le planteaban. El discurso radical, la soflama con la vena del cuello a punto de derrame, carecen de cualquier lógica y consistencia. Es difícil contestar cuando no existen respuestas. Solo un gazpacho de banalidades, de adjetivos rancios  y calificaciones mostrencas para los que no piensan como ellos. Este es el “corpus” ideológico que se baraja cualquier radical.  Vergüenza ajena…

The Extraordinary Tale. 2013

Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País  España Director José F. Ortuño ,  Lau...