Pudo
ocurrir en cualquier comunidad de vecinos de nuestro pluricultural y multiideológico
país. Una comunidad de vecinos que se reúne para entregar llaves al siguiente
presidente. Un vecino que presenta una serie de excusas (trabajo, edad, etc.)
con el noble intento de evadirse de marrón. Otro vecino que alega que no puede
pagar las cuotas, “a ver si es posible que le condonen las deudas”. Bla, bla,
bla. Aquí, ese gracejo que tenemos en la piel de toro para todo; menos para
trabajar y tomarnos las cosas en serio; que surge de la boca del vecino humorista:
Hombre vosotros lo que queréis es marcaros
un “Iceta”. Una vez superado lo anecdótico, subsiste la sangrante realidad.
Un servidor público que pretende robarle al resto del país todo aquello a que
tienen derecho, con una clara finalidad política, para medrar en la comunidad
autónoma donde milita. ¿Se habrá preguntado este personaje las consecuencias de
condonar esa deuda para el resto de los españoles? Absolver la deuda en una
comunidad de malandrines, que durante años se han estado calentando el bolsillo
con el impuesto mafioso del 3%, supondría la perdida de muchos derechos de los
ciudadanos. ¿Habrá calculado este servidor público cuantos hospitales, cuanta
inversión en educación, cuanta calidad de vida se estaría robando a
trabajadores honrados para perdonar el despilfarro de malos gestores? ¿Habrá echado
cuentas este servidor del pueblo de los gastos ocasionados por la sanjurjada independentista? ¿Cuánto dinero
se ha perdido en la campaña para la sublevación? ¿Cuanto material destruido por
las hordas radicales que soltaron en las calles? ¿Cuánto gasto de mantenimiento
de cuerpos policiales? Todos estos cargos también han sido ocasionados al resto
de los españoles por la surrealista sedición de Puigdemont y sus mariachis. Un paraíso
donde esa misma burguesía que apoya el procés desde la sombra, practicaba la
corrupción con beneplácito y bula papal de sus socios, que hacían la vista
gorda. ¿Es Iceta, pues, un iluminado más de esta nueva hornada política o tan
sólo un bocachancla con ansías mediáticas? El dislate es de tal tamaño, moral y
socialmente, que sólo desde la pútrida perspectiva
electoralista podría encontrarse una motivación, por misérrima que fuese. Que
el resto de ciudadanos les pague a los derrochadores del tripartito y su troupe
circense, el dinero que se embolsaron ilegalmente durante décadas. Que le
saquemos las castañas del fuego a las élites mafiosas que se han beneficiado
antes; y seguirían beneficiándose; del malogrado procés. Cualquier paso en
adelante favorecería a los de siempre, los que están forrándose el bolsillo y
todo volvería a ser como antes (practicas mafiosas incluidas). No hay más que
ver el apego que estos revolucionarios de salón le tienen a la poltrona. La
posibilidad de perder nómina y prebendas, convirtió a los insurrectos en profundos
creyentes del artículo 155. Solo faltó besamanos y Vía Crucis ante la
Constitución. Poderoso caballero es Don Dinero que convierte a los, antaño
defensores numantinos, dispuestos a llegar al suicidio colectivo antes que
esclavos, en patéticos “caganets” que firmarían hasta la muerte de Manolete
para no perder de vista el cheque que le pagan el resto de españoles. Vergüenza
torera.
viernes, 15 de diciembre de 2017
lunes, 11 de diciembre de 2017
I Love , artículo 155
Una pegatina para las carteras
ministeriales con el texto “I Love, artículo 155” sería un adorno consecuente
para Puigdemont (antaño Carlos) y sus mariachis esperpénticos. Y es que nada
moviliza tanto las ideologías, remueve las conciencias (individuales y
colectivas) e invita a la reflexión como la perdida de la poltrona. Mano de
santo, oigan. La desnuda posibilidad de dejar por el camino las prebendas, canonjías
y gangas que conlleva el servicio público, según el pensamiento de estos
zascandiles. Una simple mentada de bicha y los revolucionarios de salón, los
Robespierres de diseño, humillan la testuz ante el becerro de oro. Corren a
salvar las naves en lugar de hundirse con ellas como buenos capitanes. Como
aquellos otros mostrencos que juraban “por imperativo legal”, pero se embolsan (sin
ningún tipo de imperativo) un salario que ya lo quisiera un padre de familia
que no llega a fin de mes, trabajando como un bellaco de sol a sol. En el
asunto de la picaresca somos insuperables como raza, pero donde antes había
malandrines con cierto sentido del
honor, Rinconetes y Cortadillos con su particular interpretación de la ética,
ahora solo quedan truhanes sin honra, gualtrapas y desaliñados morales. Ni
siquiera el exilio es ya lo que era. Antaño eran intelectuales, artistas,
pensadores los que buscaban el abrigo de naciones que les acogieran. Hogaño
exportamos espantapájaros, productos sin control de calidad que proyectan la
imagen de un país en el medioevo intelectual o con exceso de plantaciones de cáñamo.
Los ilustres exiliados viven en los mundos de Yupi. Continúan dirigiéndose a cámara
sin entender que han sido cesados, dan instrucciones, amenazan, como líderes de
un patético ejército (cautivo y desarmado) cuyos mandos dan ordenes sobre un tablero
imaginario. Gran parte de la culpa la tiene el ejecutivo. Cualquier ciudadano
sancionado, imputado y retirado de su puesto, se encontraría sin empleo y sueldo
de forma inmisericorde. Pero entre iguales no se lanzan piedras. El cesado Puigdemont
vive sus vacaciones, pagadas por nuestros impuestos. Pasea sus gafas de Pitagorín
y su flequillo de seminarista renegado a costa de los ciudadanos de su país (a
día de hoy, España). Mientras, Arrimadas desenmascaraba en “Sálvados” y ponía contra
las cuerdas, una y otra vez, la inconsistencia del discurso nacionalista de
Rovira, el sectarismo, el adoctrinamiento y la ignorancia supina a que conducen
los totalitarismos. La representante de la “República Independiente de su casa”,
se remitía una y otra vez al victimismo palurdo, a la conspiración judeo-masónica
(tan sólo le quedó acusar al Doctor Fu manchú o al cinematográfico Doctor NO de
todos los males), en lugar de contestar a las inquisiciones certeras que se le
planteaban. El discurso radical, la soflama con la vena del cuello a punto de
derrame, carecen de cualquier lógica y consistencia. Es difícil contestar cuando
no existen respuestas. Solo un gazpacho de banalidades, de adjetivos
rancios y calificaciones mostrencas para
los que no piensan como ellos. Este es el “corpus” ideológico que se baraja
cualquier radical. Vergüenza ajena…
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