79 Vírgenes por
cada muerto
No importan a nadie. No pueden
ofrecer petróleo a los tiburones financieros. No tienen moneda de cambio para
despertar el interés de las democracias occidentales. Su religión es una
mixtura de diversas creencias y puede ser discutible (algo aplicable a cualquier fe, creencia o credo), sus
costumbres nos son ajenas y extrañas (como tantas otras), pero intentan
practicar la tolerancia y la visión del mundo de su religión, una de las más
antiguas y misteriosas, es tan respetable como todas las demás. Son el objetivo
de los nuevos genocidas del Estado Islámico. Su creencia en la
transmigración de las almas les impide renunciar a su fe para convertirse, ya
que sus almas quedarían estancadas, y esto les convierte en las víctimas perfectas de los
fanáticos teocráticos. Miles de yazidíes han sido masacrados por los genocidas
medievales, que pretenden convertir al resto del mundo a sus creencias (manía
que por otra parte ha sido común a todos los grandes necios de la historia)
Violadas sus mujeres y esclavizadas, decapitados por sicópatas que interpretan
la religión a su antojo, no reciben apoyo mediático. Nadie trata de salvarlos
buscando armas de destrucción masiva. Tenemos ahí al lado la Edad de Piedra y no queremos
darnos cuenta. Avanzan hacia nosotros y les quitamos importancia creyéndonos a
salvo tras nuestros avances políticos y sociales. Pero ellos no cejarán en su
empeño. Es una guerra sorda, cruel hasta la nausea. Es el regreso a las
cavernas. El objetivo principal de estos salvajes es regresar a la lapidación
de quien no sigue sus locuras, eliminar los derechos, volver a la mujer objeto
a su servicio. Con estos no vale aquella
soplapollez de Alianza de Civilizaciones. No les
podemos exportar la democracia, ni la libertad. Son conceptos ajenos a su
mundo, gobernado por imanes, analfabetos y fanáticos, que creen que la
protección del menor consiste en mostrarle orgulloso, vestido para la
inmolación. Estos carroñeros del más allá, no se detendrán. Les esperan 79
huríes en el cielo (ahí es nada) por cada yazidí que asesinen. Triste. Miles de
años de desarrollo cerebral, de lucha por derechos sociales, y los cantamañanas
siguen haciendo su agosto reclutando descerebrados. Siempre la sangre de los
inocentes, el sufrimiento de los más débiles. Sobre todo cuando éstos no tienen
moneda de cambio que ofrecer para movilizar a las redentoras y salvadoras
democracias. Están ahí al lado y no van a rendirse. Nosotros tampoco deberíamos
hacerlo.