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lunes, 22 de agosto de 2016

Adiós, Capitán Trueno

                                  





Se nos ha ido uno de los grandes. Se ha marchado con ese silencio humilde y sin estridencias, de quienes saben hacer de la vida un arte para compartir con los demás. No le han acompañado ni el postureo analfabeto, ni la fanfarria de que se rodean los mediocres que medran a la sombra de ideologías y sectarismos. No le han escoltado esos palmeros que elevan a altares ídolos coyunturales con pies de barro. Nunca le hizo falta. Este barcelonés era un narrador de pura cepa. Un creador de mundos que llenó de fantasía a toda una generación. Sería difícil reproducir con los parámetros actuales multimedia y de dispersión mental, la ilusión que embargaba a los muchachos, cuando acudían semanalmente al pequeño kiosco de barrio, con la ansiedad de averiguar si el afamado Capitán había salvado a su virginal novia Sigrid de las garras del malvado de turno. Nada entendía la chavalería de virginidades varias, ni de censuras. Tan solo anhelaban que el villano cayera por un barranco, para volver a aparecer semanas después milagrosamente.  La férrea garra de la censura obligaba a golpear de plano con la espada o a que los indecorosos enemigos se desplomaran por si mismos desde amenazadores abismos, o desprotegidas almenas, como castigo a su conducta nefanda y antipatriótica. De los cuadernillos apaisados en blanco y negro (2 pesetas) se pasó al color y el tamaño grande (25 pesetas) pero siempre manteniendo las características de aquel monje-guerrero; de afectos platónicos; que recorría mundos olvidados, selvas inaccesibles y hablaba todos los idiomas, incluso los de civilizaciones desconocidas. En la historias de Víctor Mora, los niños aprendieron que aquellas macizas y desvergonzadas valkirias; que vislumbraban los afortunados que disfrutaban de vacaciones; no venían de Suecia, sino de Thule. Y todas eran princesas de armas tomar. 

Mientras Víctor Mora fabricaba mundos fantásticos, poblados de infames y taimados enemigos, los malos de verdad le encerraban por “masón y comunista” (una extraña hibridación, inventada por el Régimen, que nunca he llegado a entender) en las lóbregas mazmorras del mundo real. El Capitán nació como réplica a los trazos gruesos y personajes casi deformes de las aventuras de piratas de “El Cachorro” de Iranzo. El éxito de la fórmula, hizo que Mora repitiera en posteriores personaje, creando un imaginario que se convertiría en un clásico en el mundo de la viñeta. Por un lado estaba el héroe. Adalid y portador de todos los valores. Liberador de oprimidos. La primera criatura fue El Capitán Trueno. Pero le seguiría El Jabato (luchador contra el Imperio Romano), El Cosaco Verde (que cambió su color debido a la censura) y El Corsario de Hierro. A su lado un compañero de enorme fortaleza y sentido del humor bastante gruñón. Este fue el papel de Goliath, llamado “El Cacanueces”, y su famoso quitapenas llamado “toma-toma”. Un antecesor del bate de béisbol tamaño extra, que utilizaba para cambiar impresiones con los enemigos. El hercúleo compañero de “El Jabato”, con bigote daliniano, se llamaba Taurus. En “El Corsario de Hierro” el papel hercúleo lo representaba un enorme pelirrojo escocés llamado Mac Meck, que se transformaría en las estepas del “cosaco” en un sanchopancesco y mofletudo personaje denominado Sing-Li, que aporta una filosofía leonardesca en sus proverbios. La parte femenina es fuerte y valerosa. Un antecedente de la titubeante liberación social de la mujer. Sigrid es reina de Thule, que gobierna por si misma. Claudia es una patricia romana con pensamiento propio, que sería replicada por Lady Roxana en “El Corsario de Hierro”. Crispín es un jovenzuelo en edad complicada, más interesado por las damiselas que por la aventura. En “El Cosaco Verde” se transforma en el adolescente huérfano Iván. Su reflejo en “El Jabato” es el mediocre poeta “Fideo de Mileto” en quien todas las desgracias se hacen huéspedes. Su sosias en “El Corsario de Hierro” es el burlesco mago Merlín, alquimista de pega y nigromante fracasado. 
Víctor Mora ha sido un creador de prototipos, un hacedor de “imagos”. Junto a los grandes demiurgos de símbolos como E. R. Burroughs (Tarzán), Shuster y Siegle (Superman), Bram Stoke (Drácula), el Capitán Trueno es una marca reconocible e icónica. Su vocación lo llevó a trabajar como traductor, articulista o escritor, destacando su obra en catalán. El iluminó una época en que el acceso al ocio era difícil o reservado a una cierta jerarquía. El “tebeo” se convirtió en vehículo masivo de cultura y evasión de la grisura reinante. Fue el sumo hacedor de universos paralelos que llenaron de ilusión y fantasía los hogares, tiñendo sus viñetas de un tono progresista que los estultos tipos de las tijeras no supieron detectar. No precisa del aplauso oportunista del necio de turno, ni parabienes del gestor pesebrero, sujeto a los cambios ideológicos. Víctor Mora está entre los grandes por elevar el guión del comic a alturas inexploradas. Y por llenar de ilusión a toda una generación. Ven, Capitán Trueno. Haz que gane el bueno. Ojala en la mundo real también ganaran los hombres buenos. Descanse en paz. 

jueves, 23 de junio de 2016

Nunca estamos en casa

                                              


La filosofía oriental; que conoce estos menesteres con detalle; nos señala que nunca estamos en casa. No se refieren al espacio físico que hipoteca nuestra vida y hacienda por unos escasos metros cuadrados. Esa casa de referencia somos nosotros mismos. Es nuestro propio yo adocenado, sepultado con necesidades que no son tales, oprimido por tributos vitales que no son imperiosos. Esa casa representa nuestra esencia, que tan poco cuidamos y; con frecuencia; disfrazamos con peregrinas excusas para dilatar el encuentro. A veces los años nos pesan como un cuerpo deshabitado, como la promesa de un futuro siempre dudoso, de metas inciertas. Nos abandonamos a nosotros mismos por el camino. Olvidamos el instante, la perfección del momento. Vaciamos nuestra casa con promesas lejanas, con precarias ambiciones innecesarias. Carpe Diem. Aprovecha el instante. La perspectiva del tiempo nos va dejando un ramillete de momentos malogrados, bocanadas de existencia o exultantes recuerdos. Pero es con el paso de las Estaciones cuando medimos el valor de nuestra propia existencia. Aprendemos a vivir el momento, a relativizar los conflictos interiores, a disfrutar con una bocanada de aire cada mañana, porque todo día es un regalo infinito. Ente el hedonismo desatado de “Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”, extraído de la película “Llamad a cualquier puerta” y el ascetismo de renuncia radical a todo estímulo placentero existe una tierra de nadie, donde la armonía nos acerca a nosotros mismos. Los extremos siempre extienden un aroma patológico. A la hora de la verdad; cuando se acaba el sendero; da exactamente igual como te lo hayas planteado: No te vas a llevar ningún equipaje. Tan sólo queda nuestra impregnación en la memoria de aquellos que nos han amado, a los que hemos amado. Únicamente se nos recordará por la luz que hemos repartido (triste, si nos recuerdan por lo contrario), la palabra oportuna que derribó fronteras o la caricia que llenó de calidez un atardecer. Es el momento de sentarse, respirar hondo una bocanada de vida y soltarla mientras repetimos: “Acabo de morir un poco”. Es un ejercicio de humildad, sano, nada morboso. Una aceptación de la realidad que nos habita: Somos pavesas al viento. De esta aceptación aprendemos a medir la intensidad del momento, a degustar a tragos cortos instantes que antes no calibrábamos adecuadamente. Un paseo por la orilla del mar al atardecer, una mirada cómplice, la certeza de que hemos donado felicidad a nuestro paso. Vivir, vivir, vivir y no pensar en nada. Apurar la copa del instante. Pero sin falsos estímulos, evitando los paraísos artificiales, los placeres erróneos. Debemos aprender a estar más tiempo en casa. En esa casa que somos nosotros mismos. Ejercitemos el autoaprecio. La habilidad de valorarnos y a dar valor a esas pequeñas cosas que; con la presteza y la ansiedad; no pudimos apreciar. Quizás así; cuando nos sorprenda el último oleaje; podremos confesar que hemos vivido.











lunes, 8 de febrero de 2016

Bendito botón de “Bloquear”

                   
Frente a quienes sostienen que la fregona, la lavadora o los sanitarios son los mejores inventos para la humanidad, yo mantengo la sospechosa teoría de que el mayor invento que el mundo ha dado es el botón “Bloquear”. Es difícil encontrar un goce mayor al de eliminar a un cantamañanas, dar el finiquito mediático al sectario de turno o al hediondo tendencioso. Pocas experiencias son tan catárticas como bannear a un iluminado. Estos personajes no son otra cosa que la actualización del tradicional “tonto del pueblo”. Aquellos que se llevaban todas las collejas en el colegio por su patetismo, hoy revividos en ponzoña mediática. Te sientas frente al teclado, para tus menesteres cotidianos, y allí está. Date por jodido –te dices- Ya se me ha colado una Gárgola (o un Troll). Tras verificar que no tienes ninguna relación consanguínea con el fulano, deduces que es amigo de un amigo, y ha llegado hasta allí en base a la divina providencia, sin ser invitado. Además lo que te ha colado es una deyección mental, la deposición de un marginado anímico contra la sociedad que le tolera. Tratas de dialogar, pero –craso error- le estás dando cancha a un deficiente que carece de mesura en sus criterios, con las correspondientes consecuencias. El bestiario de inoperantes y abanderados de la mediocridad, que infecta las redes es propio de un catálogo tolkieniano, algo así como la Tierra Media de los menesterosos intelectuales. Encontramos el militante a tiempo parcial; una especie de salvapatrias; que vierte su ponzoña contra sistemas y sociedades. El resto del tiempo vegeta a costa del sistema, arrodillado ante el becerro de oro, explotando los beneficios que le otorga aquello contra lo que lanza sus esputos mentales. En otros páramos, ramonean los espadachines del absurdo, cuyo discurso provoca somnolencia de puro arcaico. Los peores; con mucha diferencia, son los adoctrinados y los sectarios. Patanes con cuatro ideas mal digeridas, obtenidas de textos y doctrinas, que ya eran viejos cuando nacieron, y otras cuatro robadas de algún Reader´s Digest. Con este cóctel de chorradas forman una arquitectura fanática, dispuestos permanentemente al insulto o la amenaza. Éstos se retroalimentan de su propio veneno. Más allá están los talibanes laicos, los iluminados, los poseedores de la verdad a ultranza y los mesías, que vienen a redimir a la sociedad con su cerebro privilegiado. El discurso de la mayoría termina en la ofensa y el disparate. Nada más pueden ofrecer, porque nada más poseen que su propia estulticia. La mayoría de ellos sabe que, de no existir las Redes para vomitar sus indigestiones ideológicas, continuarían siendo el fulano al que la parienta le ordena callar, y el resto del personal ignora o señala con el dedo. En este mundo artificial y anónimo de la Nube, encuentran su perversa victoria. En el distanciamiento adquieren audacia, se atreven, osan lo que no harían en otras circunstancias. El resultado todos lo conocen. Enciendes la pantalla y encuentras un salvapatrias frustrado, un animal de bellota con ínfulas intelectuales, algún revolucionario de mesa-camilla, el pesebrero del gobierno en funciones, defendiendo lo indefendible o tergiversando la realidad, algún estómago agradecido con vocación de lacayo, realizando loas y alabanzas de sus mantenedores, también involucionistas rancios de cáscara amarga y maestros del postureo y la falacia. Tampoco hay que olvidar los corporativistas, aquellos que defienden a capa y espada a los de su cuerda, tengan o no tengan razón, viciando la verdad a su antojo, a los que comen de la mano del odio, del rencor antiguo, de la herida no cerrada. A los maquiavelos que transforman en falso lo verdadero, mediante la alquimia del lenguaje, a los mefistófeles, que ofrecen comprar tu alma y  a toda una patulea de bobos mediáticos, cuyo lugar es la papelera de residuos humanos (no la de reciclaje) Porque es ardua tarea dicho reciclaje. Para ellos se creó ese botón salvador que les condena al ostracismo y al olvido (su mayor castigo), un lugar donde su ponzoña no surte efecto. Ahora, pueden bloquearme, si ello les place…

The Extraordinary Tale. 2013

Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País  España Director José F. Ortuño ,  Lau...