Me lo habían recomendado gentes
de bien (no de las otras). Ratificado por gente de orden (no de los otros).
Conocedores de mi reticencia vocacional ante la tesitura de perder latidos de minutero a golpe
de bazofia televisiva, visionando programas con vocación de fango. Pero fue la
insistencia de gente de enjundia (no de los otros) la que me llevo a curiosear (vía zapping) el programa conducido por Bertín Osborne llamado “En la tuya o en
la mía”. Como presumo de natural desconfiado (cosas de la edad) tiendo a
escapar de los personajes poliédricos. Léase: aquellos que desempeñan diversos
oficios, teatro, música, presentadores, etc. El motivo es que (incluyendo al
mismo Da Vinci) que no terminó de cuajar parte de sus inquietudes, el llamado
“Síndrome de Hombre del Renacimiento” esconde con certeza algún gazapo visceral
o carencia de los aludidos, dada la imposibilidad estadística de hacerlo todo
bien.
Lo que descubrí (Ah, incrédulo de mí) fue un programa de televisión con un alto
nivel de realización, capacidad de entretenimiento y capaz de producir adicción durante su desarrollo. Lo que encontré cuando metí la mano (como Santo Tomas, no como
los corruptos) fue que el desparpajo que se gasta el Osborne en su cotidianidad, abre camino a entrevistas cercanas, anecdotario atrayente y momentos
humorísticos, que se agradecen entre las histerias patológicas de los “gran
hermano” o las aberraciones mediáticas de “Salvamé” y demás morralla. En este
lance Bertín jugaba; es evidente; con notable ventaja. El invitado era un
comunicador de raza, master en escatología mediática y veterano en diversos
lances, amén de poseer el gracejo propio de su terruño (esto no es un tópico), y
una habilidad para narrar capaz de venderte humo (y que le des las gracias). Un
maestro de la socarronería vocacional. Bertín se mueve como pez en el agua. Se
ha convertido en la mosca cojonera para determinados poderes debido a su
capacidad (y voluntad) de decir lo que piensa. Y de hacerlo con datos en la maleta,
y en modo probatorio, asunto bastante molesto para los apoltronados. La
espontaneidad del conductor mixturada con la bonhomía sarcástica y riqueza de
verbo del entrevistado, capaz de hilvanar una leve anécdota y adornarla hasta
el infinito sin causar tedio, ni bostezo.
Este programa es la prueba fehaciente de que se pueden acometer productos de calidad entre tanta zafiedad,
necedades folclóricas o fallidos y anulados intentos de subir el share. Cuando
no soflamas o panfletos, pagados por el partido de turno, con presentador
chachi-piruli que nos enseña como debemos pensar y quienes son los buenos de la
película. “En la tuya o en la mía” entretiene. Posee el ritmo y el montaje
apropiados para hacer pasar un rato agradable frente a la pantalla. La entrevista
con Herrera ha puesto muy alto el listón. Frente a las ventosidades de Kilo Rivera
o los inmundos manejos bajo el edredón que abanderan otras cadenas, Tve
responde con un formato de calidad, fluido en sus formas y certero en su
contenido, para ofrecer un rato de buena televisión. Sumando lo que ganan a la
semana los patéticos bufones de “gran hermano” o los nauseabundos contertulios
de “Sálvame” se podrían realizar unos cuantos programas de calidad. Echen las
cuentas.