Niebla no es pequeña, ni peluda, ni suave. No es tan blanca por
fuera que parezca toda de algodón, ni parece que no tenga huesos como el
Platero juanramoniano. Para ser exactos
desde los parámetros humanos Niebla
seria correosa, arrugada y algo decrépita. Como habrán adivinado Niebla es una
perrita a la que le ha tocado en suerte vivir sinsabores y maldades, a cargo de
perracos de dos patas. Según la cronología humana tendrá unos setenta años, que
ella lleva con dignidad y orgullo admirables, derrochando la energía y
actividad de un cachorro, o de quien comienza a vivir cada día. Y es que a ella debe de parecerle que ha nacido de
nuevo. Encerrada durante años en un criadero, multípara y mal cuidada, con el
único objetivo de dar dinero al cuatrero que la tenía encerrada. Cuando ya dejó
de serle útil, el verraco la abandonó a su suerte, sin haber recibido una sola
caricia en su perra vida. Por suerte para ella, fue encontrada por una persona
(no todos los que caminan sobre dos piernas pueden definirse como tales) y después,
adoptada por alguien que le regaló todo el cariño que hasta entonces no había
tenido. Tiene esa mirada noble de quienes no saben guardar rencor, aunque
imagino que ni siquiera tendrá recuerdos del cenutrio que la tuvo encerrada, y
aprende a jugar como un cachorro. De hecho es capaz de agotar a los cachorros en el juego. Es como si aspirase a quemar etapas. A pesar de sus anteriores
vivencias, se acerca trotando a todos los humanos. Coloca su cabeza patricia de Golden Retriever
en las rodillas, solicitando; no mendigando; una caricia o un achuchón. Habitan
en sus ojos la dignidad y la fidelidad de que carecen algunos sujetos bípedos.
Es tierna y coscona, de ojos melancólicos, pero sobre todo es agradecida.
Conoce la medida de las cosas y sabe devolver incondicionalmente lo que recibe.
No es difícil encontrarla panza arriba, ofreciendo la barriguita para ser
acariciada, o trotando anacrónicamente con cachorros a los que duplica en años,
y cuadruplica en peso, pero que no consiguen acabar con sus ambiciones de
juego. Así son sus ganas de vivir, su incapacidad para el resentimiento, su
agradecimiento de lo que obtiene en ese instante. Ella ignora que algunos de esos sicópatas de dos patas cuelgan a los
galgos cuando ya no los necesitan, sin que les afecte la mirada de
incomprensión de quienes les seguían como dioses, cuando no son más que defecaciones humanas. Ya no tiene
memoria del maltrato y el sufrimiento pasados en manos de desaprensivos y
miserables, chusma de la peor calaña. Navega contracorriente. Trota contra
reloj. Lucha con el tiempo, como si intuyera que este le va a pasar factura. Y
lo hace regalando fidelidad y nobleza. Cualidades que no aprendió de los
humanos con los que tuvo la desgracia de tratar. Algún día se irá al cielo, o
adonde vayan los perritos buenos, pero lo hará feliz, sabiendo que en este
puñetero mundo, alguien le dio una oportunidad de devolver la lealtad y
generosidad de que son capaces estos amigos de cuatro patas. Palabras que
desgraciadamente ignoran los miembros defectuosos de nuestra especie. Niebla
nos da una lección de vida cada día. Carpe
Diem, parece decirnos. Aprovecha el instante, ya que es irrepetible. Si en
el mundo hubiera más perros y menos perracos,
todo fluiría mucho mejor. Ustedes ya me entienden. Larga vida a Niebla, la
perrita.
miércoles, 17 de diciembre de 2014
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