Este personaje, adscrito a esa
nueva hornada de políticos, que considera que presentarse en las instituciones
con estética abertzale (léase flequillo cortado a bocado de caballo), escasa
higiene y con una camiseta de cuando era adolescente, es una actitud de trasgresión que te rilas. El mozalbete saltó a la palestra con una declaración de
principios digna de figurar en aquellas viñetas de “13, Rue del Percebe”, donde el surrealismo campaba a sus anchas, retratándose
con un manifiesto ágrafo y contumaz, de una gañanería militante. Durante un
pleno del Ayuntamiento de Mijah, se debatía el nombre de una calle que debía
llamarse “Del Descubrimiento”, asunto que al homúnculo (el del flequillo
cortado a bocados) no debió parecerle de recibo. A continuación comenzó un
discurso, antología de la bizarrez y la tontería vocacional, entre titubeos
vocales (e intelectuales), con diversos cortes de riego sanguíneo en el
¿cerebro? El botarate; con estética de la película Apocalypto; vomitó un
discurso rancio ya en su origen y putrefacto antes de nace, sobre el
consabido genocidio de indígenas hace quinientos años. Añadió toda la
parafernalia que un sector frenopático de nuestra política abandera como causa,
obviando su relatividad histórica, olvidando visitar las bibliotecas en lugar
de las escuelas de adoctrinamiento en estupidez. Al parecer a su grupo político
no le gusta el nombre por sus resonancias imperialistas y proponen el nombre de
“Calle Villa Romana” como alternativa al imperialista y malvado topónimo El
personaje es autor del interesante trabajo “Negación punk en la sociedad
vasca”. Inapreciable e imprescindible aportación al desarrollo de la cultura
occidental. Por que el menda en cuestión es Doctor en Antropología y Profesor
Universitario.
Al alcalde se le puede perdonar su gazapo al contestarle que los
romanos invadieron España (sic). De su profesión no depende la formación de
futuros ciudadanos, aunque merezca un tirón de orejas. Lo que invadieron los
romanos se llamaba Península Ibérica (la Iberia de los griegos) y que a manos de aquellos
“imperialistas” pasó a denominarse Hispania (vía fenicios). A parte de estos
menesteres, el personaje, antiguo jurador de bandera en los cuerpos especiales;
dedica sus ocios a la realización de un diccionario andalú, en el cual el se
denominaría Huan Porrah en lugar de Juan Porras, aunque las lenguas
difamatorias le refieren como “Juan Porro” o “Juan Chorras”. Elaborando unas
normas ortográficas lunáticas, donde se aproxima a la jitanjáfora, desarrolla el habla de Andalucía como si se
tratase de un idioma. Apoteosis del catetismo ilustrado, este Doctor en Antropología desconoce la diferencia entre
dialecto, lengua y habla. Parece ignorar que la idiosincrasia de cada pueblo o
ciudad en Andalucía utiliza diferentes fonéticas. Compendiarlas en un habla única,
no sería otra cosa que una curiosidad visual, que reproduciría las peculiaridades
sonoras de palabras del castellano, pronunciadas en cada zona. Lo shiento,
pisha. Va a zé que noh.