Tenía nombre de espada
legendaria. El perrito Excalibur se
ha marchado, sin saber nada del absurdo en que viven esos seres de dos patas
que le alimentaban y cuidaban. Es cierto que percibimos cierta nobleza en las conductas caninas,
aunque los puristas se rasguen las vestiduras por atribuir cualidades humanas a
una mascota. También hay afecto en esa mirada que contempla mansamente a los
que consideran su manada. Unos ojos, en los que a veces se puede leer la
indefensión de criaturas que dependen para todo de nosotros. Una mirada
que parece preguntar que papel juegan en medio de todos nuestros desbarajustes.
Frente a nosotros, tienen la ventaja de no ser conscientes de si mismos.
Desconocen su propia existencia y, afortunadamente, no saben que hay un final. Nosotros lo
tenemos más crudo. Conscientes de nuestra caducidad, pero
desconocedores de nuestras postrimerías. Para defender a Excalibur se han echado a la
calle asociaciones y amantes de los animales. Está bien. Todos defendemos que
no se practique ningún tipo de crueldad con los animales. Pero este no era el
caso. Nos movilizamos para proteger a un animal, pero en África llevan años
muriendo personas, devastados por la enfermedad, en la calle, desnudos. Sin el
último consuelo de sentir un contacto humano. No nos hemos manifestado. Nos
bombardean a diario con noticias sobre muertes, destrucción, violaciones de
derechos, que nos resultan lejanos. No nos hemos manifestado. Ahora tenemos en nuestras puertas lo que
creíamos pertenecía a otro mundo, hasta el punto que las farmacéuticas ni
siquiera se habían preocupado de este problema. No hubo ninguna manifestación.
Somos una especie capaz de salir a la calle, por alguna absurda y vergonzante
movida futbolística, mientras seguimos consintiendo que cuatro
rufianes se estén llevando millones. Nadie se echa a la calle para exigir que
no terminen sus condenas hasta que devuelvan el dinero. Vivimos un inmenso
dislate. Hace tiempo que perdimos el norte. Desensibilizados. Anestesiados de
tanto ver repetidos los mismos hechos, no reaccionamos. No se nos cae la piel a
tiras ante tanta desgracia y dolor. Hemos perdido la medida de las cosas a base
de ignorarlas. Que inmensa razón barajaba Marx (Groucho, no el otro), cuando
pedía que se parase el mundo, para poder bajarse. Desde ese lugar adonde vayan
los perritos, Excalibur nos estará
observando. Atónito. Sin comprender nada. Ni nosotros somos capaces de comprendernos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
The Extraordinary Tale. 2013
Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País España Director José F. Ortuño , Lau...
-
Se nos ha ido uno de los grandes. Se ha marchado con ese silencio humilde y sin estridencias...
-
La primera vez que lo vi, me pareció un maikeljakson desvencijado o un paciente aquejado de ...