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sábado, 6 de marzo de 2021

The Extraordinary Tale. 2013


Título original
The Extraordinary Tale of the Times Table
Año
2013
Duración
79 min.
País
 España
Director
José F. OrtuñoLaura Alvea
Guión
José F. Ortuño
Música
Hector Perez
Fotografía
Fran Fernández Pardo
Reparto
Aïda BallmannKen AppledornMari Paz Sayago
Productora
Acheron Films / Dosdecatorce Producciones / Áralan Films S.L.
Género
ComediaDrama | Comedia negraRealismo mágico
Gratificante y estimulante sorpresa en el panorama creativo patrio. Obviamente por su contenido y propuestas; para otro sector; se convertirá en estomagante e insufrible castigo. Film de nacencia andaluza, pero de factura e inteligencia universales. Insólita y valiente empresa que bebe directamente de Jeunet (Delicatessem); argumental y cromáticamente; que recibe influencias de Amelie y Tímidos Anónimos, con respaldo soterrado de la pesadilla lynchyana (Cabeza Borradora), para; en su segunda parte; devenir en negra comedia, de clara vocación polanskiana. Una rareza deliciosa, con todos los puntos para convertirse en obra de culto coleccionable en los cenáculos culturetas. José F Ortuño y Laura Alvea nos regalan un homenaje cinéfilo que pasea por el cine mudo (Keaton, Chaplin) de latencia naif, hasta desembocar en la comedia negra mas vital y perspicaz. 

La historia desmesurada, encantadoramente pueril; de una elegante extravagancia; de la mujer-niña que se ha criado en una buhardilla de colorido inverosímil (y que decir de su vestuario) recogiendo su aprendizaje sobre el mundo de los libros, o escuchando a los vecinos a través de la pared, está narrada con una frescura y desenfado que hacen olvidar su peligroso equilibrio entre humorada negra y realismo mágico. Impregnada de un romanticismo “fou”, desmesurado (como toda ella), la fábula de amor entre dos almas gemelas, a través de las cartas redactadas en una maquina de escribir, está acompañada de una excepcional (y ditirámbica) banda sonora, impregnada de vitalidad y ritmo hiperbólico, que se acomoda como un personaje más a los estados de animo y vivencias. La eficaz partitura de Héctor Pérez, rememora acordes de barrio bohemio o introduce un sentimental teclado en los momentos intimistas, para describir musicalmente el devenir y la relación entre la enferma de anhedonia (extraordinaria Aida Ballman) y su comprensivo amante el actor afincado en España: Ken Applendorn.

De un romanticismo políticamente incorrecto, esta parábola agridulce sobre la incapacidad para la maternidad, encuentra una actriz en estado de gracia con los recursos expresivos necesarios, que abarcan desde la revisitación del clown hasta el infantilismo mágico del cuento de hadas. Con un desparpajo gestual pasmoso y equilibrado dominio del “gag” visual.  Prueba irrefutable de que el talento, reñido con las subvenciones de la “casta” cinematográfica, los escasos presupuestos y el tiempo ridículo de rodaje, puede florecer en una pequeña joya de la cual deberían aprender los directores aforados al capital y al sufragio de Ministerios mecenas. Un escenario opresivo, una pieza de cámara para terceto (los dos protagonistas y la madre). Los actores no salen de las cuatro paredes de la casa. 












La vocacional huída argumental del cine patrio más reiterativo (rancias comedias urbanas con reprimido sexual, o el postrero bodrio sobre la Guerra Civil), elevan la ecuación de esta película al cubo de la cinematografía valiente y creativa. Humorístico acercamiento a la dificultad de la convivencia y la paternidad (a lo cual contribuye, no poco, la presencia inquietante del niño zangolotino). Bizarrada en color rosa con final nada acomodaticio, las escenas en que la protagonista intenta acercarse; infructuosamente; al desconocido mundo de la maternidad están solventadas con pericia. Navegando entre el slapstick y el comic más desatado. Destacar la secuencia donde la pareja se acerca al mundo del sexo a través de un libro. El peregrinaje de estos dos outsiders, de infancia complicada, tenía que acabar necesariamente en naufragio y en un abrupto final abierto, donde se deja a juicio del espectador lo que ha podido suceder con el “enfant terrible”. Ballman compone una Melibea sin nombre, (a su pareja lo conocemos como “querido amigo), infantiloide, que no ha recibido instrucción sobre la vida; su madre solo le enseñó a multiplicar; encantadora, e incapaz de superar las vicisitudes de la maternidad. The Extraordinay Tale llega cargada de premios fuera de nuestras pantallas. Un cuento de hadas con mala leche, como todos si los analizamos detenidamente, que parece nacido de una  pesadilla de Tim Burton, introducida en la turmix junto al universo de Wes Anderson Una sorpresa, de fresca teatralidad e ingeniosa sátira, que al espectador adocenado y medio se le atragantará a la altura del esófago. Bon Apetit!

viernes, 15 de enero de 2021

La Princesa Prometida. Rob Reiner. 1987

 

Cuando Rob Reiner rodó La Princesa Prometida (The Princess Bride. 1987), no era consciente de que acaba de pergeñar una de las obras de culto del imaginario ochentero. William Goldman, el autor literario, disuelve las fronteras entre realidad y ficción, practica la hibridación y nos acerca al crossover mucho antes de la era digital. El film se ha convertido en un icono y patrimonio del género de aventuras, basado en una frase de las que el espectador no olvida: Hola, me llamo Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir”. Una de esas frases que adquieren la categoría de míticas en el imaginario colectivo, e identifican a una obra. Bajo el disfraz de una historia romántica, de la rotura de cánones femeninos que contaminan este tipo de historias, bajo la máscara de la ironía que manejan los diálogos, se encuentra la historia de una venganza. Una venganza cuya única resolución lógica es un duelo.

La Princesa Prometida rompe todos los esquemas del género, ambientada en unos entrañables efectos de cartón-piedra, con personajes de matices casi naif y concepto visual ochentero, para abrir un nuevo sendero y sentar las bases de un novedoso tipo de relato donde la ironía es el arma y el concepto “destroyer” de los géneros, el soplo de aire puro. El tono metareferencial que propone el abuelo (excelente Peter Falk) narrando a su nieto la historia que vamos a ver en pantalla, imprime personalidad a la propuesta y es un homenaje-referente a la narrativa oral que todos hemos recibido en la infancia.



La historia de la princesa Buttercup es un ejercicio metalingüístico, donde el clásico relato es diseccionado por el bisturí, despiezado y vuelto a construir con un ritmo narrativo sin tregua, con emocionantes duelos humorísticos como el que desarrollan Westley (Cary Elwes) y Mandy Patikin (Montoya) tan estimulante en lo dialectico como en el aspecto táctico del combate. Curiosamente esta escena fue rodada en decorados idénticos y simétricos. Cuando los dos contendientes se confiesan que ninguno es zurdo, el raccord permanece sin ningún problema.

El humor usado como arma, una suerte de Monty Python para jóvenes presentando el envés del cuento de hadas clásico y la honestidad de su propuesta, la han convertido en un referente cultural ochentero que mixtura con sabiduría el drama, la comedia, la aventura y el fantástico, presentando una panoplia de personajes que podrían haber escapado de nuestro castizo Capitán Trueno. Esta inteligente parodia consigue existir en dos niveles paralelos con personajes fuera de lugar, situaciones esperpénticas que remiten a los arquetipos encarnados  de las animaciones de Disney y homenajes naif al subgénero de capa y espada. De hecho, el hilo argumental que sostiene todo el pathos es el duelo final de Iñigo Montoya, verdadera catarsis para el espectador. El modo en que avanza la trama (preguntas sobre la misma, interrupciones, saltos en el tiempo) aporta eficiencia y dinamismo a un desarrollo  que juega con la desmesura como estética, con personajes de un frikismo vocacional, mientras homenajea los clásicos de Douglas Fairbanks y Errol Flynn. 



El equilibrio entre el plano fantástico y la aventura tradicional y el disparate montyphitiano (o melbrooksiano) está bien conseguido y la interrelación entre ambos es fluida. La Princesa Prometida juega con el arquetipo del género de hadas, del fantástico y de la aventura subvirtiendo sus valores. Reiner consigue parodiar un género al tiempo que lo celebra y participa e él. El hilo que mueve a Montoya no es la consecución de un objetivo noble, es la venganza. Una venganza que culminará en la mítica frase: “Hola, me llamo Iñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir”. Hoy convertida en un fragmento de la cultura pop de los 80.

martes, 5 de enero de 2021

!Y tú, máaaas!

 


                                                                 

 

El “y tú, mas” se ha convertido en esgrima verbal para zascandiles y ajedrez intelectual de mostrencos y monaguillos. La visión de túnel a que someten los fanatismos a sus fervientes adoradores, les priva de la verdadera percepción de su entorno. Enfoques sesgados por los sectarismos, miradas castradas por la ponzoña de las ideologías. Segmentos parciales de un mundo que no llegan a comprender en su totalidad. Que no perciben en su riqueza y pluralidad. La visión de túnel, condicionada por las orejeras, obliga al oficiante a dar vueltas alrededor de la noria de su micromundo. Sin capacidad de conocer lo que hay afuera. Sin otra visión que las palabras, conceptos y mantras que le susurran en los oídos.

Abrazar cualquier dogma supone la incapacitación del propio desarrollo anímico e intelectual. Las ideologías son excluyentes en su propia naturaleza, ya que estas se basan en la certeza de sus conceptos frente al error de los otros. En la posesión de la verdad absoluta frente al ajeno yerro.

En el imaginario de las doctrinas, el individuo se convierte en un número. Un oficiante del credo, al que no se permite la discrepancia, la disidencia o el propio pensamiento.

Los niveles de ceguera llevan al adoctrinado a defender con saña (y odio), en los que considera “los suyos”, los mismos errores y acciones deleznables de los que acusa a “los otros”, convirtiendo del cinismo en un modo de vida. Mayor gravedad tienen los acólitos y monaguillos que pordiosean unas migajas en la mesa del banquete, regurgitando sandeces y mostrencadas en los mass media, para obtener la palmadita en la espalda y el beneplácito de los Sumos Sacerdotes. La tropa de danzantes alrededor del Becerro de Oro aumenta exponencialmente cuando aumentan las posibilidades de “pillar cacho” y llevárselo calentito.

Han desaparecido conceptos como la dignidad, la ética o la estética a la hora de entablar coloquios o debates. Los celebrantes suelen ser profesos (y confesos) de alguna doctrina que les impide acercarse a la realidad o les ofrece prebendas si defienden lo indefendible. La tónica general es el analfabetismo en los campos sobre los que se  debate. Prima la consigna sobre la racionalidad, lo dogmático sobre el pensamiento libre.

Los ponentes acceden al diálogo desde el cerebro límbico. Sin procesar pensamientos, sin filtros ni selección de las ideas. Este nacimiento de la frase desde lo visceral, sin procesar lo emocional, lleva a situaciones esperpénticas. El “y tú, más” es el recurso del impotente, la huída hacia adelante del orador, con la vena del cuello a punto de explotar porque el resto de la humanidad no se somete a sus designios.

El nivel de los debates con que nos torturan a diario es de un Bajo Medioevo, con sus brujas, sus demonios, sus hogueras y todas las lindezas propias del asunto.

Lo que debería ser una esgrima de inteligencia, una textura enriquecedora, un canal de conocimiento, se convierte en lodazal para el intelecto y vergonzante paleta de miserias humanas, dada la calidad ciudadana e intelectual de los participantes.

Estas lides no son otra cosa que un certero espejo de una sociedad incapaz de asimilar sus errores, de reconocer sus lacras particulares, de enfocar el desatino como una posibilidad de avanzar, de corregir, de enriquecernos como sociedad.

Es más fácil recurrir al “y tú, más”, revolcarse en la propia miseria y continuar habitando en la injusticia.

Así nos luce el pelo.

The Extraordinary Tale. 2013

Título original The Extraordinary Tale of the Times Table Año 2013 Duración 79 min. País  España Director José F. Ortuño ,  Lau...