Lo confieso (mea culpa). No he ido
a ver 50 Sombras de Grey. No pienso hacerlo (ni de gratis). Ya tuve bastante
ración de inanidad y vacío con su referente narrativo. Literatura para gañanes de
líbido efervescente y/o féminas de vida sexual menesterosa. No hay otro modo
de acercarse a semejante banalidad conceptual. Con frecuencia bajo la etiqueta
de Best Seller se agazapa una suerte de producto alimenticio. Literatura fast
food, digestión rápida para vacaciones a la sombra de los pinos (como en la
canción). Esta narrativa de cordel, ligera de cascos (y de léxico) puede resultar gratificante cuando el autor consigue hilvanar argumentos leves, pero
adictivos. Inanes a la par que sugerentes. Sucedió así con dislates como El
Código Da Vinci, basado en las profundas“investigaciones “ del libro: El Enigma Sagrado,
y que fue el origen del fenómeno literario de “los hijos pródigos”. Novelas
nacidas a la sombra de grandes éxitos editoriales, que imitan preferentemente
los defectos de aquellas. El orbe narrativo se inundó de teorías disparatadas y
Da Vinci fue masacrado y diseccionado in vitro, en productos
cada vez más casposos. Surgieron códigos secretos a porfía, secretos
templarios hasta en el papel higiénico, estirpes perdidas, reliquias ocultas y
secretos arcanos que harían tambalearse el orden establecido. Este fenómeno no
era novedoso en los foros culturetas.
Tras el éxito de la excelente propuesta de El Nombre de la Rosa, señero compendio de erudición y subyugante thriller, surgieron a su
sombra, un racimo de detectives históricos. Monasterios, abadías donde la
oración era sustituida por otros menesteres más mundanos y menos píos. Solo
faltó un detective cañí; moreno de verde luna; que realizase sus pesquisas en
el Sacromonte a golpe de bulería, exhibiendo tatuado “amor de madre” en el
antebrazo. La saga del mago juvenil Harry Potter también sufrió de este tipo de sucedáneos, que crecen como setas, alimentándose del éxito ajeno. El inesperado
ascenso al Olimpo de las superventas de un texto como 50 Sombras de Grey, pone
sobre el tapete la coartada de un extraño híbrido que algún iluminado bautizó
como “literatura erótica para mujeres”. Nada más lejano de la realidad. El
texto infumable es intensamente antierótico y vocacionalmente falocrático. La
definición que hace de si misma esta protagonista desnortada, para definirse en
el epílogo de un escarceo amoroso nos da una idea del pelaje de la novela.
Rememoren la canción La Bien
Pagá y cambien en participio verbal por otro mas descriptivo.
Esta trilogía de Gray; de escritura farragosa, carece de verdadera relación
afectiva y humana entre los protagonistas,que poseen todo el tiempo de mundo
para dedicarlo a sus perfomances. No hay nada inédito en estas páginas. Ningún
descubrimiento del Nuevo Mundo en las escenas -presuntamente de alto voltaje-
lo que hace más difícil comprender que adultos con relaciones equilibradas y
satisfactorias puedan bucear en estas
páginas a la búsqueda de acrobacias impensables o técnicas amatorias secretas.
Estos libros son un tostón de qualité. Forman parte de esa literatura que el
lector agota por darle una oportunidad de redención al resto de las páginas,
por mas harto que se encuentre de “la diosa que hay en mí”. Si eliminamos la
morbosa atracción por descubrir escenas de dominación y sumisión al macho; de
improbable atractivo para un lector equilibrado; nos queda un bodriete un poco
meapilas. Bien analizado ni penetra (si se me permite el juego de palabras) en
el lado oscuro, y además naufraga como literatura de alto voltaje. A su sombra
han empezado a nacer productos, donde priman las cadenas, esposas de diseño y
demás parafernalia, junto a iconos de mujer sumisa o títulos que evocan
esclavitud femenina. Una gozada. Si a esto le añadimos que quienes no se
acerquen a esta lectura asepticamente (desde una perspectiva unicamente
literaria) deberían meditarlo detenidamente. Para aquellos a quienes les pone este tipo de argumentos, simplemente
aclararles que se están deleitando con una parafilia. Es decir con algo
enfermizo, patológico, con diagnostico psiquiátrico, en el extrarradio de los parámetros de
normalidad. Por si no se habían percatado.